La familia Clark, ciudadanos de Escocia, tenían un sueño. El señor y la señora Clark trabajaron y ahorraron mientras hacían planes para viajar con sus nueve hijos a los Estados Unidos de Norteamérica.

Les tomó varios años poder ahorrar el dinero, pero finalmente lo lograron. Recibieron sus pasaportes e hicieron reservaciones para zarpar todos juntos en un transatlántico nuevo.

Toda la familia estaba muy emocionada y llena de expectativas. Sin embargo, varios días antes de la fecha de partida, un perro mordió al hijo más pequeño. Debido a la posibilidad de contraer rabia, la familia Clark tuvo que esperar catorce días en observación.

Los sueños de pode visitar América se esfumaron. El padre estaba muy desilusionado y enojado, y le echaba la culpa a su hijo y a Dios por su mala suerte. Se dirigió al muelle sin su familia, para ver zarpar el barco, y derramar lágrimas de pesar.

Cinco días después, la trágica noticia se esparció a través de Escocia. El barco, el poderoso Titanic, se había hundido hasta el fondo del mar.

El señor Clark abrazó a su hijo y le dio gracias a Dios por haberles salvado la vida. Lo que él vio como una tragedia para su familia, se había convertido en una bendición.

Si criar a los hijos iba a ser fácil, nunca hubiera comenzado con algo llamado dolores de parto.

Santiago 4:6
Pero él da mayor gracia.