“Dice el necio en su corazón: No hay Dios, se han corrompido, hacen obras despreciables, no hay quién haga lo bueno”  Salmo 14:1.

Hay que ser valiente y tomar fuerzas del espíritu para decir: “Jesús”.  En una ocasión había un profesor de filosofía quién era un ateo comprometido.  Su meta primaria en la clase era gastar un semestre entero intentando probar que Dios no existe.  Sus estudiantes siempre estaban asustados y no se atrevían a argumentar a causa de su lógica impecable.  Por veinte años él había enseñado esta clase y nadie había tenido el coraje de enfrentársele.

Algunos había argumentado de vez en cuando, pero nadie se había parado para enfrentarlo fuertemente. Él era un profesor de amplia reputación.  Al final de cada Semestre, el último día, él siempre decía a sus 300 estudiantes: “Si hay alguien aquí que al final de este semestre, todavía cree en Dios, que se ponga de pie.  En veinte años nadie se había puesto de pie.  Luego el decía:  Porque si aún hay alguien que cree en Dios, es un tonto.

Seguramente muchos jóvenes cristianos pasaron por esa clase en estos 20 años, pero ellos estaban demasiados asustados para refutar.  Un día un estudiante se matriculó en esa clase, él era un cristiano y él había oído todas las historias acerca de este profesor.  El tuvo que tomar esa clase, porque era una materia requerida para su carrera.  El estaba asustado. Por tres meses él oró cada mañana, que él Señor le diera el coraje necesario para estar de pie frente al profesor, costara lo que costara.

Oró que nada de lo que el Profesor dijera, destrozara su fe.  Finalmente llegó el día crucial.  El profesor dijo: “Si hay alguien aquí que aún cree en Dios, que se ponga de pie.  La clase de 300 alumnos quedó atónita, cuando vieron que este joven se puso de pie.  El profesor dijo: “Usted se engaña, si nada de lo que yo he enseñado lo ha convencido que Dios no existe, usted es un tonto.  Si Dios existiera, el podría impedir que este pedazo de tiza no se quebrara al yo tirarla al piso.  El procedió a tirarla al piso, pero la tiza salió de sus dedos, pegó en la manga de su traje, paso al pliegue del pantalón y de ahí al zapato y de allí al piso y la tiza no se quebró.

El joven entonces abrió sus labios y procedió a hablarle a la clase del amor de Dios.  El profesor quedó mudo, mientras este joven, compartía de Jesús.  Hoy quiero ser valiente para compartir con otros, a pesar del ambiente que me rodea, el amor dulce del Maestro.

Señor, quiero hoy quiero ser un testigo fiel de tu amor y de tu presencia.  Toma mi vida en esta día para dar testimonio de tu existencia a pesar del ambiente que me rodea.  Se que  si pongo mi vida en tus manos tu la usarás para tu gloria. Amén.

Dr. Serafín Contreras Galeano.
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