Bendígate El Señor desde Sión, y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida. Salmos 128:5.

Esta promesa es para todo aquel que tome a Dios y ande diligentemente por el camino de la santidad. Tendrá bendiciones en su casa; su esposa e hijos serán para él manantial de alegría en el hogar. Pero, como miembro de la Iglesia, desea que ésta prospere, porque se toma tanto interés por la casa de Dios, como por la suya propia.

Cuando el Señor edifica nuestra casa, justo es que veamos la casa edificada. Nuestros bienes no son buenos ciertamente si no los empleamos para acrecentar el bien de la Iglesia escogida por el Señor. En efecto, cuando vayas a las asambleas de Sión, recibirás gran bendición: serás instruido, vivificado y consolado cuando vuestras alabanzas y oraciones se eleven al trono de Dios y se dé testimonio del gran sacrificio. 

«Bendígate El Señor desde Sión». Y no sólo serás bendecido tú; la misma Iglesia prosperará; los creyentes serán multiplicados y su trabajo por el Señor será coronado por el éxito. Muchos amados del Señor ven cómo se cumplen en ellos estas promesas durante toda su vida. Seamos del número de aquellos que todos los días llevan bienes a Jerusalén.

La seguridad de que veré el bien todos los días de mi vida viene de la Palabra del Señor. Señor, haznos de estos tales por tu gran misericordia. Amén.

Charles Spurgeon.
Libro de Cheques Del Banco De La Fe.