¿Se ha preguntado adónde van a parar los restos de los aviones que un día surcaron los aires del mundo y llegan a cumplir su ciclo de vida? Debe ser un lugar muy triste. Grande. Perdido entre centenares de aparatos viejos y láminas inservibles. Verlos agonizar, cuando el sol se oculta en el horizonte, sin duda despierta nostalgia.

En particular los Boeings 727, con capacidad para transportar 173 pasajeros a una velocidad de 600 millas por hora y a una altura de 24 mil pies, son como gigantes dormidos a la espera del día sin tiempo en el que puedan abrir nuevamente los ojos para encumbrarse sobre montañas, ríos y valles, aquellos que se acostumbraron a mirar desde la distancia como águilas que se abalanzan al infinito.

Tom Bennington, un empresario norteamericano, decidió evitar la muerte del fuselaje de estos gigantes pájaros de metal. Vende objetos inverosímiles en la Internet. Por eso optó por transformar los monumentales cilindros en casas para familias numerosas. Aprovecha el área cubierta que es de doce mil pies cuadrados, para alojar una pareja y sus numerosos hijos en condiciones de relativa comodidad.

Es una forma original de asegurar que estos aviones no morirán por siempre. El costo de cada construcción de este género, únicas en el mundo, es cercano a los trescientos cincuenta mil dólares. ¡Un verdadero lujo!.

No dejar morir aquello que ha sido significativo, es una tarea loable. Es tanto como conservar lo que ha servido para edificar, no para destruir. En el caso de nuestra historia son los aviones. Cuando vamos a la Biblia encontramos que aquello que no podemos permitir que perezca, es la entrega decidida y entusiasta a Jesucristo recién comenzamos a caminar con Él.

En la carta del Maestro a la iglesia de Éfeso, tal como lo describe el libro de Apocalipsis, leemos: “Has sido constante, y has sufrido mucho por mi causa, sin cansarte. Pero una cosa tengo contra ti: que ya no tienes el mismo amor que al principio. Por eso recuerda de dónde has caído, vuélvete a Dios y haz otra vez lo que hacías al principio…”(Apocalipsis 2:4, 5. Versión Popular).

Igual su vida cristiana. Es probable que haya menguado. Dejó de orar a Dios, de leer Su Palabra contenida en la Biblia y ni siquiera asiste a la iglesia. ¿Hacia dónde marcha? Hacia un verdadero caos. Hoy es el día de evaluar el curso de su existencia. Es el momento oportuno para retomar aquello que le llevó al crecimiento personal y espiritual. Aún no es tarde. No deje que decaiga su existencia…