Su resolución de Año Nuevo fue nunca decir nunca. Janet Kirkman no quería casarse, tener hijos, trabajar con computadoras ni vivir en California. Pero sí se casó, tiene dos hijos maravillosos, trabajó para un gigante de las computadoras y vivió en California. Dios cambió casi todos los «nuncas» que había planeado.

Esa resolución nos recuerda que los planes de Dios pueden ser muy distintos a los nuestros. Pero también nos puede proteger del orgullo y de nuestra vulnerabilidad a la tentación bajo presión.

Cuando Jesús estaba enseñando a sus discípulos lo que era el verdadero servicio lavándoles los pies, Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás» (Juan 13:8). Pero cuando el Señor le dijo que él no podía tener «parte» con Jesús si no aprendía esa lección, Pedro cambió rápidamente (vv.8-10).

Un poco después, Pedro volvió a tropezar con la palabra nunca. «Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré» (Mateo 26:33). Ese nunca se derritió pronto en lágrimas amargas de vergüenza y remordimiento (vv.69-75).

Janet recomienda: «¡Cuidado con los nuncas! Los nuncas están orientados al “yo” y Dios está orientado a “Él”. Mantengamos la atención en Dios, que es donde tiene que estar.