Algunas sugerencias para acompañar a un niño (a) que ha perdido a un ser querido

Existen algunas recomendaciones a seguir cuando estamos cerca de alguien que atraviesa un proceso de duelo. Recuerde primero que cada duelo es único y que todos lo vamos a elaborar según nuestra capacidad emocional, historia de vida y características de personalidad.

En primer lugar sea honesto. Los niños y las niñas tienen la habilidad de leer el lenguaje no verbal de las personas que les rodean; sin embargo la capacidad de interpretación de pronto no va a ser la más cercana a la realidad. Tenga presente que la rutina cambia, están rodeados de gente que llora y sufre. Se ven rodeados de extraños o ven su casa llena de gente.

Apártese entonces un momento y trate de explicarles lo que sucede. Solo en casos de muertes repentinas o muy trágicas (asesinatos, accidentes y otras) es importante alejar por un tiempo a los niños y las niña del lugar físico pues en ocasiones es más traumatizante la reacción de dolor de los adultos.

Aún y cuando sea muy doloroso, utilice la verdad a la hora de hablar de la muerte. Esta comprobado que no hay secreto que perdure, en algún momento saldrá a la luz. Por ejemplo en casos de suicidio, muchas niñas y niños se terminan enterando por alguien ajeno a la familia, entonces deben enfrentarse nuevamente a otro duelo.

Los sentimientos de culpa no se deben dejar en el aire. Muchos niños y niñas después de la muerte de un ser querido empiezan a sentir culpa por haberse portado mal o por haber puesto oposición; entonces podrían decir que si se hubieran porta bien tal vez su ser amado no se hubiera muerto. Sea entonces muy enfático y recálquele que no fue su culpa. Hable sobre las razones de esa muerte.

En casos en que la muerte se anuncia con un pronóstico médico, es importante que no dejemos que nuestros niños y niñas sean los últimos que se enteren. El proceso de duelo se puede iniciar aún antes de la pérdida pues empezamos a elaborar desde ese momento la muerte y entonces podemos hacer aquellas reparaciones que muchas personas no logran hacer. En una ocasión tuve la oportunidad de trabajar con un pequeño de siete años que perdió a su madre por una leucemia fulminante.

La madre estuvo internada durante dos meses. En ese tiempo el niño no tuvo ningún contacto con su mamá. Su familia en el deseo de “protegerle” le dijo que ella estaba de viaje.

La madre entra entonces en coma y es entonces cuando deciden llevar al niño a despedirse. Se encuentra entonces con una mujer en una cama que no se parecía en nada con la mamá que había dejado de ver hacía dos meses.
Estaba conectada a muchas máquinas, no abría sus ojos, tenía en su cuerpo algunos algodones para evitar que se le saliera la sangre. Lógicamente después de solo unos minutos el niño pide que lo saquen de ahí. Al ser llevado a la consulta tuvimos que dedicar un buen tiempo a hablar sobre la enfermedad que aquejaba a su madre y a explorar todos aquellos temores que surgieron de la escena presenciada.

Es oportuno que los niños/as participen en los ritos funerarios. Es algo común, por lo menos en nuestra cultura que a los niños/as no se les lleve al funeral o a la vela. Recuerdo que cuando mi padre falleció, mi hermana y yo estábamos en la época de la adolescencia y creo que éramos conscientes de lo que sucedía. Sin embargo, mi hermano menor, quien en ese entonces tenía siete años, no pudo vivir la pérdida. Durante esos dos días se lo llevaron a casa de unos amiguitos; inclusive, durante las primeras horas de la vela, anduvo con todos sus amigos jugando en bicicleta y no se le permitía entrar a la casa para que no viera a la gente llorar.

En consecuencia, lloró amargamente su pérdida hasta cuando fue un adolescente, y su dolor por la ausencia de padre cobró vigencia en sintonía con los síntomas de la adolescencia. Es importante animar al niño/a a asistir y participar en el velatorio, funeral, entierro… Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo.

Es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos. Sin embargo si los padres estuviesen muy afectados por la pérdida, se puede acudir a algún familiar o persona cercana que pueda apoyar con el cuido de los más pequeños. Piense en alguien con quien ellos pudieran sentirse lo suficientemente cómodos como para preguntar lo que les inquiete.
Algunos niños y niñas suelen sentir rabia y enojo al sentirse abandonados y pueden expresarla mediante la mala conducta, rebeldía, pesadillas, llanto sin aparente razón.

Es importante animarles a expresar sus sentimientos. Aunque no siempre los expresen, los niños/as viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza…) son aceptados por su familia, los expresarán más fácilmente, y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación. Frases como: “no llores”, “no estés triste”, “tienes que ser valiente”, “no está bien enfadarse así”, “tienes que ser razonable y portarte como un grande” …, pueden cortar la libre expresión de emociones e impiden que el niño se desahogue.

Quiero finalizar con un señalamiento fundamental: todo esto puede ser útil a la hora de enfrentar la pérdida de un ser querido; sin embargo no es tan efectiva ni tan reconfortante como el amor y el consuelo de nuestro Señor Jesucristo. El mismo Jesús sintió en carne propia lo que fue perder a un ser amado cuando se enfrentó a la muerte de su amigo Lázaro. Dios se acercó al sufrimiento cuando vio a su hijo crucificado en una cruz. Te pregunto, ¿crees que él no entiende tu dolor? Claro que sí.

Quizás pase un tiempo antes de que lo entiendas o por lo menos lo recuerdes sin sentir tanto dolor. Yo por lo menos lo entendí veinte años después de la muerte de mi papá; cuando me convertí en psicóloga y empecé a trabajar con niños y niñas que habían enfrentado la muerte.

Hasta la próxima!

Por: Licda. Tatiana Carrillo Gamboa.
Psicóloga, Psicopedagoga.