¡Fui despertado por un fuerte y estremecedor ‘bang’… sonaron dos explosiones!  Había experimentado un cortejo fúnebre a la edad de cinco años tras la muerte de mi padre en un accidente en una mina de potasa por lo que conocía la muerte íntimamente.

Al crecer en los 70’s, antes de  las vallas, publicidad y compañías de asistencia jurídica que surgieron facilitasen los divorcios (i.e., sin complicaciones… llame ahora), era bastante común tener dos padres en casa; en la escuela, yo era el único sin papá.  El día del Padre era siempre incómodo.  La maestro decía: “Clase, hoy vamos a hacer algo para nuestros padres”.  “Vaya”, pensaba al poner ‘Ken’ por mi hermano mayor en lo que hacía; era incómodo, muy incómodo.

Conozco la depresión y el odio muy bien.  Habiendo tenido un desorden en el aprendizaje, fui abusado durante mi escuela primaria.  No sólo por mis compañeros sino también por los maestros.  Que vengan los buenos tiempos.  Como a muchos, me han roto el corazón, botado, despreciado, rechazado.  Varias formas de angustia física, diferentes tipos de tristeza en sus varias tonalidades… sin embargo, no conocía el fuego.

¡Fui despertado de mi profundo sueño por un ‘bang’ que estremeció el suelo!  “¿Qué fue eso?”  Vivo en lo que se considera el distrito chévere de la ciudad—el distrito Broadway.  Vivo en el último piso de cara al sudeste; es una gran vista.  La gente me dice que parece un cuadro del “Hotel California” de los ‘Eagles’, y de veras que lo parece.

Crecimiento Personal -> En la mañana del miércoles 8 de agosto de 2012 a las 2:52am, ¡fui despertado por este fuerte y estremecedor ‘bang’!  ¡Kabum!  Sonaron explosiones.  Corrí a la ventana de mi sala para ver qué había pasado.  Denso humo negro danzaba alrededor y parecía venir de un recién construido rascacielos.  El sonido de una bocina de auto tronaba.  Un genuino sentido de caos estaba ocurriendo delante de mis ojos… algo más allá de mí.  El nuevo rascacielos tenía estas dos luces que iluminaban el cielo nocturno, como el Hotel Luxor en Las Vegas.  Era difícil verlas en medio de las densas nubes oscuras.  El complejo de apartamentos al norte–una de las suites parecía envuelta en llamas.  ¿Qué está pasando abajo?  ¿Qué está pasando a mi distrito Broadway?  Un remolino de sentimientos, desesperados; un millón de pensamientos inundaron mi mente–¿pérdida de vidas?  Tristeza, agonía del corazón, tener que mudarme–comenzar de nuevo.

Ahora podía sentir por vez primera lo que sería estar en un incendio.  Al oír el sonido de los autos de la policía y camiones de bomberos, las sirenas acercándose… cada vez más fuertes.  Me vestí y me dirigí al área; una vez en la calle, al acercarme rápidamente, me di cuenta que era un auto estacionado, un auto nuevo que estaba incendiado.  Aquella suite que pensé que estaba incendiada era tan sólo un paño de vidrio reflejando a este vehículo.  El auto estaba totalmente envuelto en llamas: fuego intenso y ardiente.  Las explosiones escuchadas provenían del tanque de combustible y la bocina que tronaba era la del mismo.  El fuego fue contenido, no hubo pérdida de vida ó de otra propiedad.

Allí, en la calle con los bomberos y sus mangueras, pensé cómo se sentiría una persona atrapada en un fuego.  La agonía, la piel quemada y chamuscada: quemaduras de primer grado, segundo grado, tercer grado… dolor inimaginable.  Estar en el hospital, teniendo que tratar las heridas abiertas con una áspera esponja para remover la piel dañada que nunca sanará y que tiene que ser desechada antes de que la herida pueda sanar adecuadamente.  Injertos de piel, tomados de otras partes del cuerpo para cubrir las quemaduras de tercer grado, piel y nervios quemados por completo.  Cuán rápidamente puede cambiar la vida de uno.  En un instante, en un abrir y cerrar de ojos: ser una víctima / sobreviviente de quemaduras.  El constante recordatorio en nuestro cuerpo de aquellos momentos–tatuados en la piel.

¿Se ha preguntado alguna vez cómo sería la vida si pudiésemos eliminar el dolor y descartar nuestro pasado?  Yo sí, aunque estoy agradecido por mi juventud–me ayudó a formarme; no sería quién soy hoy.  Me han preguntado: “¿Que te mantuvo avanzando?”  Mi madre, algunos dirían, no es ni educada ni habla bien, pero siempre me estuvo cuidando.  Es una líder silenciosa, confiable, no es ni superficial ni poco profunda.  No usaba a los hombres; de hecho, nunca salió con ninguno tras la muerte de papá, aunque sólo tenía 36.  Sin excusas, hizo lo mejor a su manera.

Mis maestras en la secundaria de Sión, una pequeña y especial secundaria, edificaron mi auto estima.  La auto-estima que los maestros antes de ellos me habían quitado.  Fui bendecido por esos maestros y aquel programa escolar; siempre les estaré en deuda… sin excusas.

Cada vez que pensamos que nuestra vida es dura y sentimos lástima por nosotros mismos a una tierna edad ó cualquier edad, por favor entendamos que no estamos solos.  Hay ayuda a nuestro alrededor, en agencias del gobierno, en programas sociales, en gente común.  En mi caso, en el ‘ 83, a la edad de 20, conocí a un grupo de hombres visionarios: Bob Proctor, Jim Rohn, Brian Tracy, Zig Ziglar.  Ahorré y compré sus grabaciones y asistí a sus seminarios, que tuvieron un profundo impacto en mí.

La ayuda está a nuestro alrededor, sólo tenemos que prestar atención; estar conscientes es la clave.  El universo constantemente contesta, nos da retroalimentación, pero necesitamos abrir nuestros ojos, oídos y corazón para recibir las respuestas; busquémoslas.  Ese es el secreto: tenemos que ir en pos de ellas y perseverar; toquemos y la puerta nos será abierta.

Las explosiones resonaron en mi corazón aquella noche.  Como fuego que toma y se alimenta del oxígeno, así también fue incendiada mi alma.  Un recordatorio: sólo tenemos esta vida.  Una oportunidad de hallar la manera de usar nuestro aliento, cada segundo, en una manera positiva.  Creamos cada día nuevo; cada día, como un papel ó lienzo en blanco es una nueva oportunidad, un nuevo comienzo.

Para encender un fuego, lo eterno  dentro de nosotros, necesitamos seguir alimentando esto.  Vivir nuestros sueños a pesar de todos los obstáculos, reconocer que nuestras metas son alcanzables.  Necesitamos adaptarnos y perseverar.  Como humanos nos atrevemos a llegar a ser algo más.  Somos los que sabemos que cada cosa creada es un tesoro… somos los bendecidos.

Miles Patrick Yohnke

Fuente: http://www.asamanthinketh.net/

La historia de hoy ilustra perfectamente cómo aún los traumas de nuestra vida pasada pueden y deben servirnos como trampolín para nuestros mañanas.  Nuestras circunstancias y pasado no nos condenan de manera alguna a un futuro mediocre… ¡todo lo contrario!  Podemos aprender de todo aquello y permitir al Señor que use todas esas experiencias para Su gloria en nuestras vidas.  Yo también recuerdo como a la edad de ocho años desperté una madrugada y al salir al balcón pude contemplar inmensas llamaradas del teatro al lado de mi casa, por lo que comprendo el trauma que el autor experimentase.  Pero hay mucho por lo que dar gracias a Dios y atrevernos a poseer nuestros mañanas.

Estoy seguro de que no sólo seremos fortalecidos en Su gracia, sino que saldremos entusiasmados a vivir lo que Él nos ponga por delante.  Adelante y que el Señor les continúe bendiciendo.

Raúl Irigoyen

El Pensamiento Del Capellán