– Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos.  ¡Ahora nuestra alma se seca, pues nada sino este maná ven nuestros ojos! Números 11:5-6 RVA.

Cuando una persona tiene la experiencia de mudarse y vivir en diferentes ciudades, la mente retiene como una computadora imágenes, perfumes y recuerdos vividos en esos lugares.

Los recuerdos pueden ser buenos o malos pero nuestra mente los conserva y en ocasiones los saca a dar un paseo cuando algo similar estimula nuestra memoria.

Cuanto más placenteros y agradables fueron los recuerdos, más fácil de recordar. Es como si el corazón se ligara a esos lugares o personas y le cuesta desprenderse.

Esta historia que nos cuenta la Biblia, es de un pueblo que vivió por generaciones en la esclavitud y bajo la  opresión de otro pueblo.

Pero el brazo fuerte de Jehová lo saca de aquel lugar  y en un acto de amor extraordinario, le provee a sus necesidades hasta que lleguen a la tierra prometida.

Este pueblo que caminaba en el desierto tenía una columna de nube como  una gran sombrilla que los protegía del sol ardiente del desierto, fuego como antorchas para iluminar la noche, agua  para todos en la arena desértica y pan especial para cada día hasta que lleguen a su hogar.

Esta provisión les era molesta, ellos extrañaban “las cebollas”.

Qué complejo comprender al ser humano, preferimos los placeres momentáneos  del paladar que la libertad del alma.

¿Qué extrañamos de nuestro miserable pasado sin Dios?.

Se seca el  alma por falta de melones?

O será que nos falta pasar más tiempo con El en intimidad?.

Señor, enséñame a valorar la libertad que tengo en Ti, perdón por recordar cosas de mi pasado de esclavitud, y pensar que hay algo bueno en eso.

Marta de Biondi
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