Mis días son largos en esta vieja mecedora…

Ya no puedo aventurarme fuera, no me atrevo.

Mi corazón está triste, mi cuerpo, desgastado…

Ellos dicen que les importo, pero eso lo dudo.
Nadie me visita, nadie me llama…

Así que todo lo que puedo hacer es permanecer sentado, mirando las paredes.

Espero y me pregunto si sonará el teléfono…

Cuánto deseo que lo hiciera, o, cuánto cantaría mi corazón.
Tan solo un golpe en la puerta, alguien que diga hola…

Me daría tanta felicidad…

¿Pasará?

¿Antes de que muera yo?
Solía ir a la iglesia, cuando podía estar de pie…

La gente me sonreía y estrechaba mi mano.

Ellos profesaban amar y vivir por “El Libro”…

Ahora, cómo me tratan, solamente echen una mirada.
Espero que nunca lleguen a la situación en la que estoy…

Es terrible cuando está uno forzado a estar encerrado.

Los días son largos y algunas veces, también las noches…

Oro a mi Hacedor ya que sé que su amor es real.
Inclino mi cabeza y levanto mi mano,

Sé que pronto dejaré este mundo.

Yo espero mi solitario tiempo aquí en la tierra,

Porque contigo, Jesús, he nacido de nuevo.
Intento recordar, Jesús, por lo que atravesaste…

Y no guardar resentimiento pero todavía me entristece…

Recordar lo que hiciste por mí en el Calvario…

Y prometo, Señor, siempre honrarte a Ti.
Tal y como orases Tú una vez, así también lo haré yo…

Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen.

Lona Robinson, Missouri, copyright 2006
Fuente: www.motivateus.com

Cuántos son los que por ser ancianos, enfermos o presos, se sienten solos. Ya nadie los visita o siquiera los llama. Este es un buen día para acordarnos de aquellos que están encerrados.

Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos; Huían a la soledad, a lugar tenebroso, asolado y desierto. Job 30:3

Para oír el gemido de los presos, Para soltar a los sentenciados a muerte. Salmo 102.20