Si bien no todos los que reciben estos pensamientos están casados (aunque la mayoría de los que no lo están, probablemente estén planeando estarlo alguna vez o estén en posición de aconsejar a lo que lo están), lo interesante de la reflexión es que su autora no oculta la amplitud y longitud de su experiencia matrimonial. Obviamente, habría otras personas que, con más experiencia en estas lides, pudieran arrojar más luz al respecto, pero no dejan de ser válidos los pensamientos de la autora. Espero que los disfruten y le encuentren aplicación a sus vidas. Que el Señor les bendiga.

Raúl Irigoyen.

EL MATRIMONIO ES DIVERTIDO

Algunos odian la idea de estar casados; a otros les encanta. Más gente odia amar pero la mayoría aman odiar. Es una contradicción y desafío sin fin a la que comienzo a acostumbrarme.

Amo estar casada. Es maravilloso tropezarnos con aquel ser humano especial a quien nos encanta molestar por el resto de nuestra vida. Mi esposo no es perfecto pero es siempre bueno mirarlo con amor y decirme a mí misma: “Este es el dilema que me encanta tener”.

Me encanta la idea de refugio. La idea de que algo nos sostiene a mí y a mi pareja si dejo de amarlo o él deja de amarme hasta que volvamos a enamorarnos. De todas maneras, dicen que el amor requiere que sigamos enamorándonos una y otra vez… sólo que con la misma persona.

Mi esposo me vuelve loca algunas veces al igual que yo lo hago con él. Me exaspera y me hace pensar qué le hará a mis nervios el mostrarme amigable con la misma persona todos los días. Pero al final del día, todo aquello es compensado por un hombre dulce, amoroso y divertido que conozco y con quien quiero pasar el resto de mi vida.

Estar casada me hizo darme cuenta de los placeres sencillos de la vida como las caricias interminables, el conversar, el reír, el cocinar y comportarme de manera tonta con mi esposo durante los fines de semana, nuestro tiempo diario de 30-minutos juntos cuando a duras penas podemos mantener nuestros ojos abiertos pero todavía intentando ponernos al tanto cada uno con el día del otro, tomando nuestra cena juntos cada noche y más caricias en el asiento de atrás del auto en ruta al trabajo.

¿Cuántas parejas casadas que trabajan logran aquello en estos días?

Pero también me ha hecho experimentar el infierno en la tierra en la forma de calcetines regadas cerca de la canasta de la ropa sucia, lavados y secados en seco de ropa sin fin, pastas de dientes dejadas abiertas en la bañera, camas sin arreglar, ronquidos ocasionales, chistes que me afectan personalmente y restos de comida y grasa en mis muebles. ¡Ugh!

Pero entonces, ¿qué son estas pequeñeces comparadas con largas noches solitarias, Días de San Valentín pasadas frente a una caja tonta ahogándome en soledad y resentimiento contra aquellos que tienen a alguien con quien celebrarlo, citas sin fin con seres humanos abrumadoramente buenos para nada y malas mañanas en las que nadie se preocupa por enviarte un mensaje de texto deseándote un buen día además de algunas citas blandas?

Estar casada es divertido pero, ¿quién soy yo para decir eso? Sólo he estado casada por más de un mes. Sé que será un camino largo y tortuoso pero lo que es importante es que me he hecho la promesa y a este matrimonio de que voy a dar lo mejor de mí y que Dios estará en el centro de todo. Y lo haré.

Katherine Whellams, copyright 2007
Fuente: www.motivateus.com