¿”Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo?  Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra”. Marcos 4:31,32

 

Si le das poca importancia a lo que Él dice, Su mensaje desaparecerá de tu conciencia rápidamente, y te será negado el beneficio que te hubiera proporcionado. Es como saber de un restaurante italiano al que para llegar te tienes que desviar de tu camino y te puedes perder fácilmente, pero no pones atención a las instrucciones para llegar. Cuando llega la hora de la comida, no puedes recordar las instrucciones, así que tienes que conformarte con una hamburguesa en lugar de canelones.

De manera similar, cuando simplemente disfrutas las palabras de Dios sólo mientras son fáciles de adaptar, cuando nada en tus circunstancias de la vida reta Su veracidad, se evaporarán sin dejar ningún fruto que perdure.

Es bastante fácil emocionarse por lo que Dios promete hacer por ti, y cuando estás en la iglesia rodeado de amigos y de buena música, ¡la Palabra de Dios suena magnífica! Pero en aquellas temporadas, cuando hay un precio que pagar por aferrarte a Su Palabra, descubres con qué profundidad le ha sido permitido a las raíces de Sus consejos entrar en tu corazón.

Las rocas y las raíces no pueden estar juntas. Casi siempre, las palabras de Dios están destinadas a propiciar cierto tipo de cambio en nuestra vida. En consecuencia, descubrirás que Sus palabras se abren paso en los lugares duros de tu vida. Por ejemplo, Él te dirá que perdones a alguien, y no será fácil.

Por cualquier razón (no lo lamentan, continúan haciendo daño, agravaron una vieja herida sin sanar). Puesto que las rocas en nuestra alma, los lugares duros, inamovibles e impenetrables, están hechos principalmente de nuestras conclusiones acerca de la vida, nuestro corazón expondrá muchas razones que suenen legítimas del por qué no podemos seguir el consejo de Dios.

Aquí es cuando se aprende el camino de obediencia. De esto se trata la fe.

Nuestro Padre amoroso nunca nos pedirá que hagamos algo que nos ponga en peligro. Sus palabras sólo producen vida y satisfacción. Obedecerlo significa que elegimos creer lo que Dios dice incluso frente a las declaraciones contrarias emitidas por una de nuestras propias perspectivas, o por el mundo que nos rodea.

Las palabras de Dios están destinadas a desarrollar sistemas de raíces saludables que, buscando nuestro beneficio, se abrirán paso hacia abajo para introducirse en un abastecimiento de aguas más profundas que las que sólo están en la superficie de nuestra situación.

Las palabras que llevan fruto deben tener raíces. O las raíces rodean las rocas para alcanzar más profundidad, o las rocas hacen que las raíces retrocedan.

Hoy por eso veo el Reino de Dios como una semilla de mostaza la cual crece y lleva su fruto.

Señor, a veces caigo fácilmente en la religiosidad y me doy cuenta hoy que la relación contigo no es religiosidad sino una relación profunda. Quiero que crezcan en mi los principios de tu Reino como una semilla de mostaza. Amén.

Dr. Daniel A. Brown.
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