Sentir a un perro recostado sobre ti es algo fantástico, ahuyenta la soledad. A menudo lo olvidamos. Nos obsesionamos con nuestros males personales, nos sentimos aislados y entonces, de repente, ahí está nuestro perro.

No estás solo. Y Dios también está contigo, siempre, y sí, se nos olvida. Es posible que disfrutemos de la compañía de un perro durante unos cuantos años, pero la compañía de Dios es eterna.

Cada vez que me sentía depre, “B” intentaba acercarse a mí. Me daba golpecillos con su hocico, incluso cuando apenas podía moverse. Dios también nos da empujoncillos, intentando acercarse pero, a veces, directamente nos abraza totalmente con el calor de su amor y su preocupación por nuestro bienestar.

Un perro esperará a que hayas terminado con cualquier cosa que estés haciendo. Esperan a ser alimentados, a que les saques de paseo, a entrar o salir de casa; de hecho, cuando no están durmiendo o jugando, creo que lo más probable es que estén esperando. Nos esperan a nosotros. Esperan a que les digamos que se acerquen. ¿Está claro o te hago un croquis?