Rogelio y Emilia llevaban catorce años de feliz matrimonio cuando los golpeó la tragedia: A Emilia le diagnosticaron cáncer de mama. Recibió quimioterapia, le practicaron una mastectomía y después más quimioterapia. Tres años después de la terrible experiencia, los amigos organizaron una fiesta por esos tres años, luego de que le hicieron toda una serie de estudios que indicaron que no había metástasis de la enfermedad.

-Rogelio estuvo conmigo en cada paso del camino -les comentó Emilia a los que se habían reunido con ellos para celebrar.

-¿Te sorprendiste? -le preguntó un amigo en broma.

-De ninguna manera -dejo Emilia-.  Sin embargo, el médico me dijo que muchos esposos no toleran estar junto a sus esposas durante la quimioterapia. Son muchas las mujeres que acuden acompañadas de un familiar del mismo sexo o una amiga. A mí siempre me acompañó Rogelio.

-¿Fue esta la peor crisis en tu nacimiento? -preguntó otro amigo.

-¡Desde luego! -respondió Rogelio-. Yo ni siquiera quería escuchar que alguien dijera que podría llegar a perder a Emilia.

-Ya les dije que Rogelio estuvo conmigo en cada paso del camino -añadió Emilia-.  Lo cierto es que tomamos esto como lo hacemos con todas las cosas en nuestro matrimonio: paso a paso. Algunos pasos son más difíciles que otros, pero cada uno es solo eso: un paso.

La diferencia entre la plácida travesía y el naufragio en el matrimonio está en lo que hacemos como pareja en el mal tiempo.

Proverbios 24:10
Si en el día de la aflicción te desanimas, muy limitada es tu fortaleza.