Confundida, la muerte preguntó a su víctima:
¿No vas a llorar? ¡Todos lo hacen! se arrodillan, suplican, juran que serán mejores, ruegan por otra oportunidad; mientras que tú, aceptas mi llegada
con resignación.

Temeroso aun y con un nudo en la garganta, Daniel respondió:
¿De qué serviría? Nunca me darás otra oportunidad, tú solo haces tu trabajo.

Tienes razón, yo solo hago mi trabajo…

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