Pasaba del medio día, el olor de pan caliente invadía aquella calle, un sol escaldante invitaba a todos a un refresco.
Ricardito no aguantó el olor rico del pan y  dijo:
¡¡¡Papá, tengo  hambre!!!

El padre; Agenor, sin  tener un centavo en el bolsillo, caminando desde muy temprano buscando un trabajo, mira con los ojos mareados al hijo y le pide un poco más de paciencia…

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