Cuenta una vieja leyenda que tres hombres estaban una vez cruzando un desierto a caballo durante la noche.  Cuando se acercaban a un riachuelo seco escucharon una voz que les ordenó desmontarse, recoger unas piedras, ponérselas en los bolsillos, y no mirarlas hasta la mañana siguiente.  A los hombres se les prometió que si obedecían, iban a estar alegres y tristes a la vez.  Luego de hacer lo que les indicaron, los tres montaron en sus caballos y siguieron su camino.

Cuando empezaron a salir los primeros rayos de sol, los hombres se metieron la mano en los bolsillos para sacar las piedras.  Para su gran sorpresa, se habían transformado en diamantes, rubíes y otras gemas preciosas.  Fue entonces cuando se dieron cuenta del significado de la promesa de que estarían alegres y tristes a la vez.  Estaban alegres por haber escogido la cantidad de piedras que recogieron, pero tristes -muy tristes- por no haber recogido más.

Yo me pregunto si nosotros vamos a sentir lo mismo cuando lleguemos al cielo. Estaremos contentos con el tesoro que nos acumulamos en el cielo mientras estábamos en la tierra, y gozosos por las recompensas que Cristo nos dará. Pero también lamentaremos no haber hecho más para servirle.

Saquemos el máximo provecho a nuestras oportunidades para que estemos más alegres que tristes.

Mateo 6:19-20
No os acumuléis tesoros en la tierra… sino acumulaos tesoros en los cielos..