Cuando el año llegaba a su fin empezamos a pensar:  ¿Qué lograría en el siguiente?  Miré a las montañas a lo lejos.  Ahora se veían blancas pero no hace mucho, estaban de color marrón.  En el tiempo que había vivido en Idaho, había tenido la oportunidad de observar el ciclo de las estaciones hacer sus cambios en esas montañas y nunca me cansaba de verlas.

La primera vez que las vi fue en septiembre de 2008.  Las laderas de las montañas estaban pintadas de verde con las hojas de los árboles.  Cerca de la cima había pinos.  En los días que siguieron, el clima enfrió y no cayó la lluvia; las hojas se tornaron marrón y la montaña cambió.

El otoño dio lugar al invierno.  Estuve parado en medio de la lluvia y observé sus cimas cubrirse de un blanco deslumbrante.  Cada semana la nieve cubría más y más terreno cuesta abajo y mucho antes de que las primeras nevadas cayesen en el valle, las laderas de las montañas estaban cubiertas con polvo fresco.  El sol se puso; las luces en las cuestas de esquiaje encendían las laderas de las montañas de un blanco deslumbrante.  No soy un esquiador, pero puedo imaginarme el entusiasmo de acelerar por la cuesta de una de esas montañas: libre, rápidamente y encantado.

El invierno dio paso a la primavera.  La nieve en el valle desapareció e hizo su retirada camino arriba por las cuestas hasta que se fue.  Pasaron las semanas, el verde en el valle fluyó a ritmo constante por las cuestas como una cascada en reversa.  Las montañas estaban como las había visto por primera vez, verdes y exuberantes.  En esta víspera de año nuevo, las montañas están blancas de nuevo.  El día de año nuevo estarán salpicadas de puntos oscuros de los esquiadores mientras se abalanzan por sus cuestas.

Vi tantos cambios pero, ¿lo eran?  Las montañas nunca cambian; como la gente, simplemente se cambian de abrigo para ajustarse al clima.  No permitieron influencias foráneas alterar lo que yace debajo de sus abrigos de colores cambiantes; siempre fueron las mismas… podemos confiar en ellas.

Estoy en mi tercera estación de vida; un poco de nieve se ha acumulado en mi cima.  Algo del verdor se ha ido del todo; mi ropa cambió para ajustarse a mis estaciones.  El próximo año y todos los que sigan, quiero ser tan constante como una montaña; aunque mi apariencia cambie, quiero ser confiable.  Mi cuerpo cambiará abrigos muchas veces, pero cuando mi día termine, quiero que la gente diga: “No importa lo que las estaciones de la vida le trajeron, nunca cambió por dentro.  Nunca permitió que las presiones de las estaciones ó los climas de la vida cambiasen lo que él era por debajo.  Fue una montaña en la que podíamos confiar para cuidar a aquellos que lo observaban”.

Por todos los que me queden, ya sea en mi trabajo, en el hogar, o con mis amigos y familia, quiero ser una montaña… confiable.

Michael T. Smith
Fuente: www.motivateus.com

La reflexión del autor del pensamiento de hoy nos lleva a meditar sobre la vida y sus distintas estaciones por las que atravesamos de este lado del cielo.  Son muchos los que lejos de parecerse a una montaña, más bien parecieran cambiar constantemente, yendo de aquí para allá, víctimas de las circunstancias que les rodean.  Parecen no tener claro el para qué fueron creados y simplemente se esfuerzan por sobrevivir.  Si aquello demanda la renuncia a sus valores y sueños, lo hacen sin pensarlo dos veces.  Pero es evidentemente que el plan de Dios para cada uno de nosotros demanda que nos mantengamos fieles a nuestra identidad y cumplamos con el propósito para el cual todavía nos hallamos de este lado del cielo.

¿Nos pareceremos a una montaña?  Adelante y que Dios les bendiga.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán