“Hermanos, no hablen mal unos de otros…”Santiago 4.11.
Parece tan elemental. No hablar mal de las personas. Nuestras madres nos enseñaron esto, cierto?

De hecho, aprendimos frases graciosas al respecto. En la película “Bambi” se decía: “si no puedes decir algo bueno, no digas nada del todo”. Pero de vez en cuando, nos encontramos con alguien, conocemos a alguien o tenemos una conversación con alguien, con quien terminamos haciendo una excepción. Y luego TENEMOS que ir a contarle a alguien más sobre esta persona con la cual nos encontramos en cierto lugar. O tal vez es esa persona que se nos cruzó en su vehículo. Quienquiera que sea y lo que sea que hizo, nos hizo pensar que vale la pena contarle el evento a nuestra familia, amigos o compañeros de trabajo.

Trabaje por varios años estacionando carros en dos hoteles de Las Vegas. Durante este tiempo, me encontré con todo tipo de personas. No todas esas personas encajaban en mi idea de “buena gente” o “cortes”. Muchas de esas personas manejaban por la entrada de vehículos lanzando por doquier sus malas actitudes. Y era nuestra política darle a esas personas una sonrisa de frente pero al voltear, maldecirlos. Bueno, tal vez no sucedía realmente así, pero si era fácil “hablar mal” sobre esas “personas malas”, a como creíamos conveniente.

Finalmente, me di cuenta de algo durante ese tiempo. Le doy cierta consideración a mi familia y amigos que no es aplicada de igual manera a esas personas. Si mi hermano viene y me dice algo brusco o tonto, yo automáticamente le doy el beneficio de la duda y me digo, “tal vez está teniendo un mal día” o tal vez es por esto o por lo otro. No lo etiqueto automáticamente como una persona mala. Me doy cuenta de que el es una persona con sentimientos e inseguridades, como yo. Pero cuando alguna persona maneja en la entrada de vehículos e inmediatamente me descarga su mala actitud, soy rápido en etiquetarlo como malo. A menudo justificaba mis palabras de enojo pensando que simplemente estaba diciendo la verdad, apoyándome en lo que acababa de suceder. Pero la verdad es que yo estaba juzgando y hablando mal contra ellos.

Cada persona merece recibir la misma consideración que crees que solo tu mereces. Y ultimadamente, necesitamos mirar en nuestros corazones para descubrir el motivo que tenemos cuando hablamos sobre los demás. Es para beneficio de ellos? Es para traer sanidad y amor? Es para confortar a aquellos que posiblemente han sido heridos por esas personas? Necesitamos hablar vida y no muerte. Y necesitamos hablar igualmente a todas las personas. No solo a aquellos que creemos que se lo merecen.

Robert Vander Meer
www.larboleda.net
“Una Comunidad Para Una Sexualidad Sana”