Estimado Pastor.

En la última entrega hablamos de cómo Dios hizo reverdecer la vara de Almendro en defesna se su Siervo Aaron. Permitame continuar y finzalizar hoy.
¿Sabía usted que la madera del almendro, árbol del cual, parece ser, era la vara de Aarón, es dura y altamente apreciada en trabajos de ebanistería?  Es una madera excelente para realizar trabajos de alta calidad y valor.  Y eso me recuerda la fibra de la cual está usted hecho.  ¿La recuerda, acaso, usted mismo?  Por eso, estoy totalmente seguro que Dios hará reverdecer esa madera para realizar una obra digna de la admiración de todos.

¿Y qué expresar acerca de las flores que produjo?  En varios países se cultivan grandes extensiones de almendros de flor sólo por la prodigalidad de sus fragantes flores blancas y rosadas.  Y creo que Dios le estaba diciendo a Aarón y, ¿por qué no?, a usted también:

“Haré que tu vida sea profusa en flores que exhalen mi fragancia y presencia.  Hasta ahora has sido seco y estéril, sin embargo, llenaré tu vida de muchos colores que anuncien que algo nuevo y maravilloso está por ocurrir”.
Sino, ¿Qué sentido tenía que Dios hiciera que esa vara produjera flores?  Con hacerla reverdecer bastaría para certificar un milagro.

Pero además, hermano, recuerde que esa vara produjo renuevos, es decir, surgieron nuevas ramas, nuevos vástagos que crecerían alrededor de ella.  Y esto habla de renovación.  De allí en adelante Aarón tendría más dones, virtudes y capacidades que las que tuvo hasta ese día.  Los renuevos hablan de nuevas misiones, de nuevos dones, de nuevas varas, de nuevos ministerios, de nuevas responsabilidades, de crecimiento, de expansión, de desarrollo.

Y además, para perfeccionar Su obra, el Señor hizo que de la vara surgieran almendras. ¿Sabe usted que la almendra dulce contiene gran cantidad de aceite y azúcar, lo que la convierte en ese fruto tan nutritivo y agradable al paladar?  Y Dios también hará que en su vida se produzcan estos elementos: la unción del Espíritu santo y la dulzura del Señor Jesús, para hallar gracia delante de aquellos a quienes ministre y para extender a ellos la bendición del Señor.

Y después que todo esto aconteció, la vara de Aarón fue sacada del lugar sagrado al igual que las varas de los demás.  Y creo, hermano, que fue sacada con el propósito de fortalecer el decaído ánimo de su dueño, a sí como para ministrar a toda una nación que moría espiritualmente.
Aarón, aunque no lo hubiese esperado nunca de esta manera, necesitaba saber que Dios estaba con él, que le respaldaba, y que realizaría grandes restauraciones en su vida.  El pueblo, por su parte, necesitaba conocer directamente de Dios cuál era la voluntad Divina para él y para sus líderes.  Por eso fue permitido sacar la vara de Aarón por un tiempo del tabernáculo de reunión.
De la misma manera, al estar usted en ese lugar por prolongados períodos de tiempo, será sacado con la manifestación del poder y de la obra de Dios en su vida.  Verá las grandes obras que el Señor realizará en su persona, las grandes restauraciones y cambios que él producirá; y podrá, entonces, ministrar verdaderamente: mostrará a todos la prueba de que ha estado con el Señor;  mostrará a todos la hermosa obra de Dios siendo usted mismo el testimonio.  Y eso, amado pastor, es lo principal en todo siervo de Cristo; lo demás viene después, es secundario.

Pero… ¿ha notado acaso el hecho de que Dios, una vez cumplido el propósito de la vara en el exterior del tabernáculo, ordenó reintroducirla en Su presencia?  Y es que debe ser así.  Si el ministro se queda afuera, en el lugar público, en el escenario exterior, ofreciendo siempre la misma experiencia al pueblo, pronto quedará agotado y sin fuerzas.  Para renovar estas últimas, y para recibir una nueva y fresca fragancia, debe regresar al lugar donde estuvo la primera vez; al único lugar donde debe ir para tal fin.

“Vuelve la vara de Aarón delante del testimonio”

Le dijo Dios a Moisés.  Y me parece, hermano, que esta es una orden demasiado desatendida por los líderes de hoy.  Por eso, creo, muchos ministros caen tan rápido como comienzan.  No trascienden, no perduran, no son duraderos.  Y sin embargo, es el propósito de Dios que nuestro servicio a él sea eterno.  En la dimensión espacio-temporal que rige las leyes físicas aquí en la tierra, al menos, debe ser “una señal guardada para siempre”.  Es decir, un testimonio perdurable en el tiempo, con el transcurrir de los años.

Por eso es tan necesario, pastor, que su vara reverdezca por el poder de Dios en este tiempo tan difícil.

Así, pensando en usted y en su situación actual, escribí la siguiente poesía, que le dedico con la esperanza de verla cumplirse en su ministerio:
La Vara De Un Pastor

Temeroso y vacío se acerca a Tu altar
Vergüenza es la seña que acusa el  dolor
La sequía es el signo del poco valor
De la débil vara que  viene a entregar

Llora el alma angustiada y gime al rogar
Cual campo en verano invocando el verdor
De blancos almendros idílico olor
De tiernas almendras su dulce manjar

Ya estrecha la vara del pobre pastor
La mano herida del Buen Jardinero
Y llora el primero mirando al Señor

Entonces le rinde, postrado, el honor
Al ver que con sangre le unge el madero
Y al ver que a su vara le brota  una flor

Pero me parece, querido hermano, que me he excedido en la escritura y mucho me temo que podría usted fastidiarse con la lectura de tan extensa carta.  Por eso debo dejarle en esta oportunidad deseando tener pronto noticias suyas.  No dejan de ser altamente gratificantes; sobre todo, si al leer su próxima carta, encuentro alguna línea que exprese:

“Mi vara también ha reverdecido… Yo también he estado en el tabernáculo de reunión viendo la gloria y el poder del Señor”

Afectuosamente, su amigo,
José Ramón Frontado.
(Un pastor que también ha vivido tiempos de sequía espiritual)
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