Pedestal Liderazgo: En Un Pedestal

 

“Así que el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12).

¿Habremos construido algún pedestal últimamente? En las últimas dos décadas, los noticieros y periódicos han estado llenos de informes de pecado en lugares altos.

 

Los ministros han caído con vergonzosa regularidad. El dedo justo de hoy a menudo se torna mañana en sospechoso de impropiedades. Sólo las revelaciones de líderes políticos compiten con los escándalos religiosos en cuanto a las primeras planas.

 

No estoy seguro cómo ve el ciudadano promedio estos escándalos. Ciertamente, los medios parecen deleitarse en sus revelaciones. Y los comediantes consiguen material para cientos de nuevas rutinas. Pero como personas que también decimos ser cristianos nacidos de nuevo, me siento molesto. Cuando estos cristianos de alto perfil son acusados, siento como si las piedras me son lanzadas a mí. Sus errores probados o alegados parecen acusarnos a todos. Tal vez pueda usted identificarse con esos sentimientos.

Si nosotros, la comunidad evangélica somos honestos, sin embargo, tendríamos que admitir que somos parte del problema. Verán, al colocar a estos hombres en pedestales, les hemos hecho demasiado grandes y hechos susceptible a las tentaciones del poder y el orgullo.

En realidad, son seres humanos falibles y pecadores, como usted y como yo. Pensemos cómo nos iría si nuestras inconsistencias y secretos fueran exhibidos—esas palabras airadas, chismes, deseo de cosas, pensamientos asesinos. Pero elevamos a aquellos con dones especiales; les asignamos a los convertidos célebres un estatus de casi adoración.

 

Hace años, como estudiante de primer año y atleta con aspiraciones, asistí a un campo de pruebas de fútbol americano universitario. Era una institución cristiana, dotada con modelos excelentes. Admiraba a esos estudiantes “estrellas” de años superiores como atletas y grandes ejemplos de la vida cristiana. Pero durante una de nuestras reuniones de equipo, un corpulento estrella dijo algo que nunca he olvidado. “No pongan su fe en nosotros o en otro ser humano. Si nos observan por suficiente tiempo o con suficiente cercanía, les vamos a fallar”, dijo. “En vez de aquello, mantengan sus ojos en Cristo; Él nunca fallará”.

 

¿Quiénes son nuestras “superestrellas” cristianas? ¿Un pastor, un músico, un padre, un amigo cercano? Al elevarlos les lastimamos a ellos y a nosotros mismos. En vez de aquello, coloquemos a nuestros líderes cristianos en su lugar apropiado como compañeros de lucha que se esfuerzan por ser como Cristo y que usan sus dones para servirle. Y mantengamos en oración a nuestros líderes cristianos y a aquellos en el foco de atención.

Fuente: Leadership Weekly, 15 enero 2013
La reflexión de hoy coloca el dedo sobre la llaga y deja en evidencia nuestra natural tendencia de “diosificar” a quienes admiramos. El intentar colocar a alguien en un pedestal es de por sí una actitud enfermiza y lejos de ayudarnos en nuestra vida, limita la capacidad de imitar lo bueno de aquella persona. Y es que al “diosificar” (un paso más allá de la admiración) a otros, creamos una separación insalvable entre ellos y nosotros, afirmando que nos será imposible jamás emularlos porque, a final de cuentas, son demasiado buenos, santos, inteligentes, o dotados. Jesús, nuestro Salvador, se despojó a sí mismo de las características de la deidad y simplemente vivió pegado a Su Padre celestial y dependiendo del poder del Espíritu Santo—tal y como cada uno de nosotros podemos hacerlo hoy.

 

¿Por qué no tomar un tiempo para revisar nuestra actitud hacia el Señor y nuestros líderes? Dejemos que la Palabra y Su Espíritu nos guíen hacia lo mejor. Adelante y que el Señor haga brillar Su rostro en sus vidas y que disfruten de un maravilloso fin de semana.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán