Los líderes existimos para guiar y dejarnos guiar, especialmente ser guiados por el Espíritu Santo. Predicamos y enseñamos acerca de ser guiados por el Espíritu Santo, sin embargo, cuando llega el momento nos parece cuesta arriba y hasta no discernimos que nos está guiando. Por lo regular, la dirección del Espíritu de Dios nos introduce en cambios, giros inesperados y creación de nuevos escenarios.
Recibí una mañana de La Carta de Panamá, la siguiente reflexión:

La gente que me agrada

Me agrada la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que tiene que hacer y lo hace en menos tiempo de lo esperado.
Me agrada la gente con capacidad para medir las consecuencias.
La gente que no deja las soluciones al azar.
Me agrada la gente que trabaja para lograr buenos resultados.
Me agrada la gente que sabe la importancia de la alegría.
Me agrada la gente que piensa en el trabajo de equipo, entre amigos, ya que produce más que los caóticos esfuerzos individuales.
Me agrada la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierde de vista que somos humanos y que nos podemos equivocar.
Me agrada la gente de criterio y la que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
Me agrada la gente fiel y persistente que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideales se trata.
Con gente como esta me comprometo a todo, así no reciba ninguna retribución, ya que con ser parte de este equipo me siento satisfecho.
–Mario Benedetti

Ciertamente, estamos viviendo una época muy importante en la historia de la Iglesia Latinoamericana. Existen dos tipos de líderes en América Latina, quizás en otros lugares también, pero quiero hablar de lo que más conozco. Están los líderes moabitas y los líderes abrahámicos. ¿Quiénes son? ¿Qué significa esto? Déjeme explicarlo.
Dios está interesando en  transformarnos de líderes moabitas a líderes abrahámicos.

Líderes moabitas

Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto quedó su sabor [sabor, conducta o entendimiento] en él, y su olor [terminado usado para los sacrificios a Dios] no se ha cambiado. Por eso vienen días [períodos], ha dicho Jehová, en que yo le enviaré trasvasadores que le trasvasarán; y vaciarán sus vasijas, y romperán sus odres.
–Jeremías 48:11-12

¿Quién fue Moab? Moab significa en hebreo: “La semilla del padre”. Dicho en términos latinoamericanos esto es: “De tal palo tal astilla” o “Igualito que su papá”. ¿Y quién fue el padre de Moab? Moab fue hijo de Lot por su relación incestuosa con su hija luego de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Moab fue el ancestro de los moabitas. El principal defecto de los moabitas fue la arrogancia. No fueron dados a los cambios. La profecía está dirigida a ellos para sacudir su conformidad y su renuencia a cambiar. A muchos siervos les cuesta aceptar los cambios producidos por Dios, les es difícil aceptar las transiciones como venidas de la mano de Dios, y no culpar más a la gente o a las circunstancias cuando a la larga Dios está tratando con ellos para llevarlos de una dimensión a otra.
El Señor quiere llevarnos de vasija en vasija para que nuestro sabor no sea el mismo y nuestro olor sea cambiado. Cuando Dios quiere producir un cambio en nuestra vida, primero trata con nuestro corazón, nos lleva a su Palabra, produce ciertas circunstancias sutiles alrededor de nuestro ministerio y comienza a hablarnos suavemente para llevarnos a un desafío de fe. Si no lo entendemos, o peor aún nos resistimos por nuestra arrogancia ministerial, el Señor comienza a enviarnos trasvasadores los cuales no solo nos cambian de vasijas, sino que terminan rompiendo nuestros odres. Por eso vale la pena aprender a entender los tratos de Dios con nosotros, obedecer su llamado y no esperar que lleguen los trasvasadores, porque Dios es misericordioso, pero los trasvasadores no tienen misericordia. Los trasvasadores para Moab eran los ejércitos enemigos, los cuales lo iban a conquistar y sacar de su tierra; pero detrás de ellos estaba la mano de Dios.
Si Moab era hijo de Lot y el nombre Moab significa “la semilla del padre”, observemos por un momento la vida de Lot y encontraremos que, efectivamente, Lot también se negó a ser movido, no aceptó las transiciones, y Dios tuvo que usar trasvasadores para él. Dios, sin duda, trató con él a través de las circunstancias previas que rodearon a Sodoma y a Gomorra, para que por su propio pie saliera de esas tierras que estaban bajo juicio; pero Lot no entendió y sostuvo una resistencia pasiva con Dios. Dios en su misericordia le envió dos trasvasadores para sacarlo y moverlo a otra vasija; dos ángeles. Notemos en Génesis 19 la manera como estos ángeles tuvieron que tratar con Lot para sacarlo de allí:

Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad. Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad.
–Gen 19:15-16

Lot no entendió la transición de Dios para él. Y Él le envió trasvasadores, menos mal que ellos fueron trasvasadores de misericordia. Antes, en el capítulo 13 de Génesis, encontramos a Lot negándose a entender otra transición de Dios para su vida. En está ocasión Dios usó otro trasvasador de misericordia y ese fue Abraham. Podemos encontrar que Abraham sí entendía las transiciones de Dios para su vida. Los líderes moabitas son los que resisten los cambios. Se niegan a ser dirigidos por el Espíritu Santo porque no disciernen que es el Espíritu Santo, y se aferran a lo conocido por no entrar a lo desconocido. Por lo cual se estancan en su desarrollo.

Líderes abrahámicos

Subió, pues, Abram de Egipto al Neguev, él y su mujer con todo lo que poseía; y con él, Lot. Y Abram era muy rico en ganado, en plata y en oro. Y anduvo en sus jornadas desde el Neguev hasta Betel, al lugar donde su tienda había estado al principio, entre Betel y Hai, al lugar del altar que antes había hecho allí; y allí Abram invocó el nombre del Señor.
–Génesis 13:1-4

Y el Señor dijo a Abram después que Lot se había separado de él: Alza ahora los ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte, el sur, el oriente y el occidente, pues toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; de manera que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia podrá contarse. Levántate, recorre la tierra a lo largo y a lo ancho de ella, porque a ti te la daré.
Entonces Abram mudó su tienda, y vino y habitó en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí un altar al Señor.
–Génesis 13:14-18

Los líderes abrahámicos no se aferran a lo conocido sino que entran en lo desconocido con una clara revelación del destino, por lo cual crecen continuamente. Que la transición del Espíritu nos lleve a ser líderes abrahámicos.
Permítanme establecer un paralelismo entre estos tipos de líderes.

¿Cómo son los líderes moabitas?

•    Están en continua guerra con el cambio, en vez de vivirlo pacíficamente. Combaten continuamente con las transiciones en lugar de manejarlas efectivamente. Se anclan en el pasado y por ello se encuentran incapacitados para tratar con el cambio hoy. Todo cambio los asusta, los hace retroceder; el pasado les da seguridad.

•    Necesitan mantener el control. Los moabitas necesitan creer que ellos están a cargo de sus vidas y de las de otros. Complican sus vidas al punto que toman todo en sus manos para mantenerlo en línea. Tratan estrictamente con los asuntos externos de la situación sin mirar lo interno. La obsesión por el control puede llegar a ser más y más imposible de satisfacer. Luchan por el control de todo y de todos.

•    Los moabitas manipulan lo externo como una respuesta al no poder manejar lo interno. Razonan: “Si no puedo manejar mis sentimientos internos, ya encontraré algo en el mundo externo que pueda cambiar y, seguramente, con eso echaré fuera mis sentimientos internos”. Lo externo es más fácil de manejar que lo interno, por ello su énfasis es lo externo. Imponen reglas, exigen y manipulan aun con lo espiritual.

•    Los moabitas desconfían y sospechan de los demás. Ellos desconfían de todo y de todos. Creen que la vida y la gente están en contra de ellos y, por lo tanto, están siempre a la defensiva para evitar que les tomen ventaja. No saben confiar libremente en aquellos que los rodean.

•    Los moabitas mantienen una desconexión espiritual. No es que no realizan cosas espirituales. Ellos pueden pastorear, predicar, ser líderes denominacionales, etc. Lo que pasa es que no entienden el significado espiritual de lo que están experimentando. No comprenden por qué Dios los está llevando por ese camino. Por lo tanto, lo analizan todo desde una perspectiva humana, sin entender lo divino. Lo pelean en el plano humano y dejan de conectarse con lo espiritual. Si pierden su elección en una Convención no piensan en que Dios les está dando un mensaje de que su tiempo ha finalizado, sino que cuentan los votos y culpan a otros de no haber sido elegidos de nuevo.

Los moabitas no tienen sentido de propósito y no entienden la revelación de su destino. Ellos eluden mantener una declaración de misión. No se preguntan: “¿Por qué estoy aquí?”; “¿hacia dónde Dios quiere que vaya?”; “¿terminó mi tiempo?” Nuestro sentido de propósito emerge de nuestra espiritualidad; si perdemos la conexión espiritual, el asunto del propósito en la vida pierde significado.

•    Los moabitas culpan a otras personas y a las circunstancias de las situaciones en su vida. Cuando algo ocurre: “es la culpa de ellos”; “ellos me hicieron eso”. Juegan el papel de víctimas y culpan a factores externos. Ellos son reactivos no son proactivos. Los reactivos solo responden o reaccionan a las circunstancias, los proactivos hacen que las cosas pasen.

•    Los moabitas se desconectan de sus sentimientos, especialmente los negativos. Ellos no desarrollan un hablar del corazón. Se levantan en familias donde las emociones fuertes no son aceptadas. Siempre dicen: “Yo estoy bien”. Les cuesta llorar en público y demostrar que tienen miedo o que están enojados.

•    Los moabitas tienen pensamientos rígidos. Para ellos todo es blanco o negro, no hay terrenos intermedios. No aceptan la vitalidad ni la frescura de ideas. Se oponen a la renovación. Jamás se atreven a tener una mente abierta. Sus creencias son las únicas y juzgan muy rápido lo que no encaja en sus paradigmas.

•    Los moabitas manifiestan con frecuencia actitudes negativas. Piensan lo peor de cada situación. Son frecuentemente pesimistas. Cualquier nueva experiencia la ven como algo para examinar y tener con mucho cuidado.

•    Los moabitas no aceptan los sistemas de apoyo. A menudos ellos son solitarios. Si tienen amigos, son amigos que comparten lo que ellos creen y piensan. No tener sistemas de apoyo puede ser devastador especialmente en tiempo de crisis. Un sistema de apoyo es un grupo de personas que nos rodean, ante quienes nos hacemos vulnerables, listos para oírles, que pueden amarnos y, por lo tanto, corregir.

•    Los moabitas pierden el balance y sentido de orientación. Ponen énfasis en lo externo y poca atención a las relaciones, la esperanza o crecimiento interno. Van de un extremo al otro y no saben mantener la orientación de sus vidas, por ello comienzan muchas cosas y no terminan ninguna, y quienes los rodean pueden sentir gran confusión.

En La Segunda Parte hablaremos de Los Líderes Abrahámicos.
Serafín Contreras G.
www.serafincontreras.com