Hace poco alguien llamó a nuestra oficina. Yo fui quien cogió el auricular. “¿Es la oficina de la Akamba (una compañía de ómnibus)?” preguntó una voz. !No, es la oficina de Lámparas y Luz”, contesté. “Lo siento, marqué el número equivocado”, se disculpó la persona y colgó.

En la Biblia, encontramos que había personas que llamaron a su dios, pero sus oraciones no fueron contestadas.

En 1 Reyes 18, cuatrocientos profetas de Baal le invocaron desde el amanecer hasta el anochecer, pero no recibieron respuesta alguna. Simón el mago, en lugar de invocar a Dios, trató de comprar al Espíritu Santo con dinero. En cambio, los hombres de Dios, y Dios le s respondió, incluso por encima de sus expectativas. ¿Su secreto? Ellos no se equivocaron de número.

No importa quien seas, lo que seas, lo que tengas, o dónde vivas. Cualquiera puede llamar a la mayor oficina, al perfecto y más grande hogar, al mayor negocio, y al mayor poder que el mundo jamás haya conocido. El señor Jesucristo, Rey de reyes, y Señor de señores es su nombre. Él hizo el primer llamado. Los hombres sólo tienen que responder a su llamado.

Los servicios de llamadas están disponibles a cualquier hora en todo el mundo por medio de la sangre de Cristo.

Fuente: Collins Okonth, Junto a Aguas de Reposo.

En mi angustia invoqué al SEÑOR, sí, clamé a mi Dios; desde su templo oyó mi voz, y mi clamor llegó a sus oídos. —2 Samuel 22:7