Vas en tu auto rumbo a casa.

Piensas en el juego que quieres ver o en la comida que te gustaría comer cuando de pronto un sonido que no puedes identificar llena el aire.

El sonido viene de lo alto. ¿Una trompeta? ¿Un coro? ¿Un coro de trompetas? No sabes, pero quieres salir de dudas. De modo que te detienes, sales del auto y miras hacia arriba. Te das cuenta que no eres el único curioso. La carretera se ha transformado en una playa de estacionamiento. Los autos con las puertas abiertas y la gente mirando al cielo.

Clientes salen de las tiendas. Se detiene el juego de béisbol de la liga infantil que se desarrollaba al otro lado de la calle. Jugadores y sus padres miran las nubes.

Y lo que ellos ven, y lo que tú ves, nunca se ha visto antes.

Como si el cielo fuera una cortina, la atmósfera se abre. Una luz brillante se proyecta hacia la tierra. No hay sombras. Ni una sola sombra.

De donde sale la luz empieza a surgir un río de color: agujas de cristal de todos los matices jamás vistos. Y cabalgando sobre aquel mar de colores un ejército interminable de ángeles. Pasa a través de las cortinas una miríada de ellos al mismo tiempo, hasta que llenan cada pulgada cuadrada del cielo. Norte. Sur. Este. Oeste.

Miles de alas plateadas suben y bajan rítmicamente y sobre el sonido de las trompetas se puede oír a los querubines y serafines, cantando: «Santo, santo, santo».

El flanco final de ángeles es seguido por veinticuatro ancianos de barba plateada y una multitud de almas se unen a los ángeles en adoración.

El movimiento se detiene y las trompetas callan. Se oye únicamente la triunfante tripleta: «Santo, santo, santo».

Entre cada palabra hay una pausa. Con cada palabra, una profunda reverencia. Escuchas tu voz uniéndose al coro. No sabes por qué dices esas palabras, pero sabes que debes decirlas.

De pronto, los cielos se aquietan. Los ángeles se vuelven, tú te vuelves, todo el mundo se vuelve, y ahí está Él.

Jesús.

A través de las ondas de luz ves la silueta de la figura de Cristo el Rey.

Está parado sobre un gran semental, y el semental está sobre una nube inflamada. Él abre su boca, y sientes que cae sobre ti como un manto su declaración: «Yo soy el Alfa y la Omega».

Los ángeles inclinan sus cabezas. Los ancianos se quitan sus coronas. Y ante ti hay una figura tan arrobadora que lo sabes, instantáneamente lo sabes: Nada más importa. Las acciones en el mercado bursátil o las notas en el colegio; reunión de vendedores y resultados del juego de fútbol.

Nada tiene importancia. Todo aquello que importaba ya no importa más, porque Cristo ha llegado…

Lucado, Max: Cuando Christo Venga. Caribe-Betania Editores, 2001.

Noticia Insólita, pero cierta, Un día sucederá. Lo creas o no. Será la noticia más Insólita. Estás preparado para no ser un mero espectador, sino un actor junto con Él en esta noticia?

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios traerá con El a los que durmieron en Jesús.
Por lo cual os decimos esto por la palabra del Señor: que nosotros los que estemos vivos y que permanezcamos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.
Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero.
Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. 1 Tesalonicenses 4:14-17.