Desde que comenzó a platicar conmigo, lo único que salía de sus labios era una continua queja de todo lo que había sufrido y cómo lo habían ultrajado y abusado.  Luego de escucharlo comencé a decirle lo que la Biblia dice:

“En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia con toda sabiduría y entendimiento”. Efesios 1:9.

“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, Las cuales Dios dispuso de antemano para que las pongamos en práctica”. Efesios 2:10.

Procedí a mostrarle que a la luz de la Biblia, a nosotros no nos daña lo que la gente dice de nosotros o nos hacen, sino como reacciono a lo que me dicen o me hacen. Mientras le seguía hablando, secó sus lágrimas y se levantó de la silla y dijo: Es cierto Pastor, estoy perdiendo el tiempo mirando a otros lugares  en vez de mirar dentro de mi.

A veces los latinoamericanos nos vemos como las víctimas en vez de ver lo que Dios ha puesto dentro de nosotros.

Los judíos componen el 1 % de la población mundial y sin embargo 176 de los ganadores del Premio Nobel han sido judíos. 25 %  de las Organizaciones que han recibido el Premio Nobel de la Paz fueron fundadas por Judíos. Mientras que el 67 % de los graduados de la Secundaria en los Estados Unidos asisten a la Universidad, el 80 % de los judíos graduados de la Secundaria asiste a la Universidad.  Grandes negocios están en manos de judíos. Y qué pueblo ha sufrido tanta persecución, martirio y asesinato? Si, ya usted contestó, el Pueblo Judío.

Donde está la diferencia. Y nosotros como latinoamericanos, por qué parece que siempre estamos en el fondo, sin salir adelante, con índices de pobreza increíble?. Creo que una gran respuesta a estas preguntas está en el Discurso que el Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz, pronunció en la Cumbre de Las Américas y que por su contenido, quiero compartirlo con ustedes.

“Sr. Presidente de la República

Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.

No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750, todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.

Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.

También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.
Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.

¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal. Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países sólo uno termina esa secundaria.

Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10. Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.

En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra. En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000. 000.000) en armas y soldados.

Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo. ..), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo .

Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “la verdad es que enriquecerse es glorioso”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.

La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.

Muchas gracias”.

Palabras del presidente Óscar Arias en la Cumbre de las Américas
Trinidad y Tobago
18 de abril del 2009

Definitivamente, necesitamos ver lo que Dios ha puesto en nosotros. El mal nuestro está dentro no fuera.  Cuando dejemos de mirar afuera y miremos adentro no sólo veremos nuestros pecados, errores y descuidos , sino que también veremos las bendiciones, los recursos y los milagros que Dios ha colocado en Nuestro corazón.

Algo hicimos mal. Hicimos mal en no tomar en cuenta a Dios, hicimos mal en no vivir los principios de su Palabra Eterna, hicimos mal en no amar a nuestro prójimo, hicimos mal en no ser fieles a nuestro cónyuge e hijos, hicimos mal en no tener tiempo para orar, hicimos mal en esperar que la riqueza venga con la lotería o la rifa en vez de trabajar, hicimos mal en no estudiar, hicimos mal en no ser buenos administradores, hicimos mal en endeudarnos, hicimos mal…hicimos mal… pero hoy es el día para tomar una decisión y comenzar a hacer el bien.

“Ven, Buen Siervo fiel, en lo poco haz sido fiel, en lo mucho te pondré ¨ Jesús.
Dr. Serafín Contreras Galeano.
www.serafincontreras.com