Apreciado hermano pastor:
Con gran atención y mucha preocupación he leído las líneas que me escribió recientemente. He podido descubrir a través de ellas el corazón de un pastor que se siente inútil, frustrado, fracasado y solo. A medida que leía, un intenso deseo de tenerle frente a mí, para abrazarlo con todas mis fuerzas, interrumpía parcialmente mi lectura. Fue así como después de haber leído varias veces su carta, sin poder satisfacer mi profundo deseo, no pude hacer menos que escribirle, y esto, no sin muchas dubitaciones. Al hacerlo, se van con estas líneas pedazos de mi corazón. Y es que no sé, realmente, si le escribo a usted o a mí mismo. He percibido tanta similitud entre el contenido de sus confesiones y el de aquellas que yo nunca me he atrevido a manifestar, que me he arrodillado a orar pidiéndole a Dios el poder ser tan valiente como usted. Y sin embargo, me pide usted consejos. ¡Qué situación tan conflictiva!
Por eso, resultaría deshonesto de mi parte no confesarle que su carta pudo haber sido firmada por mi propio puño y letra y que no sé si escogió usted a la persona adecuada para que le consolara. Sin embargo, debido a la profunda crisis espiritual, vocacional, o qué sé yo cuál sea su naturaleza, que manifiesta abierta y sinceramente en su carta, he decidido finalmente responderle. Al hacerlo he orado para que el Señor me dé una palabra proveniente de Su corazón, y creo tenerla a través del testimonio de un hombre cuya historia se registra en el Antiguo Testamento.
¿Recuerda usted la vida de Giezi? ¿Recuerda ese nombre? En el segundo libro de los Reyes, en los capítulos 4 y 8, puede encontrar lo que le mencionaré a continuación, y le pido, que al terminar de leer esta carta, los lea usted mismo y los analice detenidamente.
Ser siervos del Señor, hermano, reviste por necesidad la posesión de cualidades que apunten hacia el cumplimiento de los objetivos divinos. Carecer de dichas cualidades produce severas pérdidas en el desarrollo del Reino de Dios aquí en la tierra. Y es eso mismo lo que creo percibir en las palabras que me escribió. Se ha expresado usted así:
“A veces siento que no poseo las cualidades naturales de un siervo de Cristo; he orado muchas veces por eso y creo que nunca las poseeré”.
Y yo aprovecho el testimonio de Giezi para responderle. A mi modo de ver, él tampoco poseía esas cualidades, y creo que también pudo haber escrito una carta como la que usted me envió. Él sería un buen candidato para unirse a nuestro grupo. Por eso, quiero comenzar a recordarle su historia.
Estoy de acuerdo con lo que usted me escribió:
“La sensibilidad… la sensibilidad humana y espiritual tiene que ser vivificada en mí, pues a veces siento que soy sumamente impasible e indiferente. ¡Con cuánta urgencia necesito ser sensible a los deseos de Dios y a las necesidades de los hombres!”
Y esa era precisamente una de las debilidades más notorias en el ministerio de Giezi. Recuerdo, por ejemplo, el caso de aquella mujer que estaba experimentando un profundo dolor en su corazón: la muerte prematura de su único hijo. La Biblia menciona detalladamente el hecho de que al ver a su hijo muerto, ella corrió desesperadamente hacia el encuentro del hombre a quien consideraba la única persona capaz de ayudarla. Ese era el profeta Eliseo, a quien Giezi servía.
Personas desesperadas, con urgentes necesidades, angustiadas, y llenas de amargura corren cada día hacia el Señor. Sus derechos son legítimos, sus dolores son reales y, al mismo tiempo y en cierta forma, la llave que abre el corazón de Dios. Sus sufrimientos tocan al Señor en lo más profundo de Su corazón. Pero muchas veces nosotros los líderes, los servidores de Cristo, los pastores, debido a nuestra insensibilidad, no podemos comprender a los atribulados y angustiados, ni saber lo que sienten y experimentan los que sufren. No nos conmueven sus dolores, ni llama la atención a nuestro sentido de la urgencia y de la acción el grito desesperado que brota de sus entrañas.
Esta mujer se aferró a los pies de Eliseo, y Giezi, torpemente, insensiblemente, trató de quitarla de allí. La Biblia lo declara con las siguientes palabras:
“Y se acercó Giezi para quitarla”. (2 Reyes 4:27)
A los pies de Eliseo ella se sentía segura, a los pies de ese hombre ella encontraba alivio para su mal y consuelo para su aflicción. Debido a su problema había viajado sobre un animal de carga, andando sin detenerse en el camino; y fue cansada y fatigada como llegó ante la presencia de aquel que la podía ayudar. Y entonces, hermano pastor, Giezi trató de impedir lo que ella tanto anhelaba.
Y pienso ahora en las oportunidades en que por una torpeza de mi parte, debido a la insensibilidad de mi corazón, alguien ha sido apartado del Señor, cuando no he sentido en mi propio corazón el dolor que hay en el corazón de los que sufren, cuando no solamente soy insensible, sino, además, cuando actúo con dureza contra aquel que sufre. ¿Cuántas personas han estado delante de mí, con un puñal atravesándoles el corazón, mientras que yo hablaba con ellas sin sentir que estaban muriendo delante de mí? ¿Cuántas personas han corrido a la Iglesia, buscando el bálsamo que sane sus heridas, mientras yo, siendo insensible y duro de corazón, les he impedido permanecer a los pies del Señor?
Al igual que usted, amado pastor, yo también he llegado a sentir lo mismo. Por eso puedo comprender perfectamente lo que usted me escribió:
“La sensibilidad… la sensibilidad humana y espiritual tiene que ser vivificada en mí, pues a veces siento que soy sumamente impasible e indiferente. ¡Con cuánta urgencia necesito ser sensible a los deseos de Dios y a las necesidades de los hombres!”.
Sé que eso no se puede lograr simplemente por medio de estudios, ni de discusiones en cátedras teológicas, ni en sesiones donde discutan renombrados académicos y literatos. Sólo Dios puede dar a Sus siervos un corazón sensible, compasivo y tierno. Un corazón capacitado para sentir lo que otras personas sienten y no sólo para sentir lo que debe decirles y enseñarles. Un corazón que pueda llorar con el que llora, sufrir con el que sufre, y no sólo un corazón lleno de palabras huecas que intente enseñarle al angustiado el camino para salir del valle del dolor. Por eso, le recomiendo que se arrodille delante de Él y le pida que le perdone y le llene de Su compasión. Sólo así podrá usted experimentar en su propia vida lo que siente alguien cuando está bajo el poder de la amargura y de la angustia.
Seguire en la Segunda Parte con la respuesta de mi corazón.
Su servidor y amigo,
José Ramón Frontado
Pastor Luz del Salvador. Cabimas. Venezuela
j.r.frontado@gmail.com
(Quien, al igual que usted, muchas veces se ha sentido fracasado)
Gacias Pastor Dios lo continue bendiciendo y le de abundante sabiduria para que cada uno de nosotros los hijos de Dios conprendamos que ustedes tambien pasan momentos de afliccion y que son de carne sufren y lloran y que ademas de todo eso son los amados del Señor como cada uno ( a) de nosotras. Este comentario es de fortalecimiento para todos
Orar por las vocaciones del mundo es orar para que personas de verdadera fe decidan ser pastores, ministros, sacerdotes, padres etc. lideres de la palabra de Dios en su pueblo
La funsion deo pastor, ministro, sacerdote, padre como se le llame no es facil, pero es hermosa. Nosotros debemos orar por ellos para que Dios le de la fuerza, sabiduria y salud para sean instrumentos de Dios y orar por las vacaciones del mundo para que haya mas genuinas personas dispuestas a seguir a Dios, ya que muchas veces personas equivocadas se ponen a pastorear y en vez de hacerle bien le hacen un mal a nuestros hermanos.
Me encanto esta reflexion por que en ella refleja al pastor pero en relidad se puede ajustar a cualquier lider o incluso ala misma congregacion, Dios bendiga esta reflexion.
Dios lo continue bendiciendo amado siervo.
Realmente este es un tema que requiere mucha franqueza de nuestra parte, es algo tan real entre nosotros y Dios, que todo lo que nosotros hagamos, tiene que ser como que lo hicieramos para nuestro Senor Jesucristo, recordando que tener sensibilidad es bueno, pero tener AMOR en nuetras vidas es lo perfecto, porque Cristo ya derramo su amor sobre nuestros corazones, para que amemos a los demas con el amor de El y no con el amor de nosotros mismos, porque nuestro amor es egoista, no piensa en el projimo, pero el amor del Senor que el ha derramado en nuestros corazones, nos lleva aq ayudar, a servir, a hacer el bien al projimo, con sensibilidad y sin sensibilidad, porque el amor,muchas veces es impulsado por la energia de Dios, y no porque lo sentimos, pero lo mas importante es que sirvamos por amor, a nuestros amigos y a nuestros enemigos. siguiendonos sometiendo a Dios , en oracion , ayuno, servicio.confiemos en el Senor.
Estando persuadido de esto, que el que comenzo en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el dia de Jesucristo.
Filipenses 1:6
Por lo cual amado Pastor, sigamos esforzandonos, porque estos caminos tambien muchas veces requieren que nos esforcemos.
Solamente esfuerzate y se muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moises te mando; no te apartes de ella ni a diestra ni a sinietsra, para que seas prosperado en todas las cosas que enprendas.
Josue 1:7
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehova tu Dios estara contigo en dondequiera que vayas.
Josue 1:9
En varias partes de la Biblia encontramos que Dios nos habla, que nos esforcemos, el esfuerzo conlleva esfuerzo y no sencibilidad, ya Cristo derramo su amor en nuestros corazones.
Asi que todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentis,esto tambien os lo revelara Dios.
Filipenses 3:15
Lo mas presioso es que Cristo nos entiende y nos ayuda en nuestras debilidades, si tan solo nos humillamos delante de El.
Pastora: Lidia Rebeca Avila.