Es posible vivir tranquilo, teniendo quizá propuestas laborales, logros, quehaceres, pero sin nunca llegar a disfrutar realmente de la vida. Esta es la realidad de los inconversos, como también la de los creyente que no han aprendido a disfrutar de la vida que Dios les ha regalado. Jesús nos dio la existencia para que sintamos el placer de estar vivos, y no solo para que podamos atravesar sus vaivenes tratando de sobrevivir hasta que Él regrese a buscarnos, nos lleve al hogar celestial.

Disfrutar la vida es una decisión que no se basa en circunstancias placenteras. Es una actitud del corazón, una decisión de disfrutar cada cosa porque cada una -aún aquellas pequeñas y aparentemente insignificante- tiene sentido dentro del total y “gran plan” de Dios.

La duda y la incredulidad son los ladrones del gozo, pero la fe sencilla, como la de un niño, desata el gozo que reside en nuestro espíritu porque el Espíritu Santo vive allí. En la medida que creamos que la voluntad de Dios para nosotros es que experimentemos gozo permanente, descubriremos un poder que nos eleva por encima de las circunstancias. Nos sentiremos libres para dejar nuestros problemas en las manos de Dios, mientras disfrutamos de sus bendiciones.

Debemos aprender a celebrar el gozo en Dios, para vivir la vida “a pleno”.

Joyce Meyer, Ama a Dios y Disfruta la Vida.

El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. Juan 10:10