Vamos ahora a conocer algunas claves para que sus oraciones sean efectivas. Recuerde, una clave es un código de ingreso.

Orador es la persona que pide y ruega. Nosotros oramos y le pedimos a Dios. Antes, como dice el apóstol Pablo, en 1 Corintios 12, cuando éramos llevados en medio de nuestra ignorancia a los ídolos mudos, le orábamos a cualquier cosa y hasta creímos que nos respondían. Sin embargo, ahora que estamos con el único y verdadero Dios, debemos recordar que somos personas que oran y ruegan pero sólo a Dios.

Al ver un alpinista o un escalador podemos compararlo con el orador, pues la oración al igual que ellos es muy dinámica. No se trata de concentrarnos y entrar en un éxtasis, aunque se pueden vivir las dos situaciones durante la oración; se trata más bien de un dinamismo basado en la interacción entre Dios y la persona que ora, sea hombre o mujer, anciano o niño, lleve muchos años con el Señor o pocos.

No se trata de claves de antigüedad sino de situaciones que hay que tener en cuenta en el momento de orar, es importante entender esto para poder recuperar o ascender en la intensidad de la oración y no abandonarla jamás.

Lo principal es nuestro contacto con Dios, porque necesitamos entender que sólo Dios nos puede responder. Dios no debe ser nuestro último recurso sino nuestro único recurso, a Dios le agrada eso. Podemos estar en medio de un avivamiento de oración y pasar desapercibido para nosotros.

La vida de un creyente debe ser una vida de oración. No es lo excepcional, debemos anhelar tiempos de oración diarios constantes, tiempos de oración personal. Los tiempos colectivos de oración y los tiempos personales de oración se complementan pero no se pueden remplazar los unos por los otros.

Los apóstoles estaban muy comprometidos, habían recibido un ejemplo de oración del Señor Jesús, estuvieron a su lado mientras Él estuvo en su ministerio terrenal. Él les habló de la oración pero también lo vieron orando y seguían su ejemplo en el templo o en cualquier lugar.

El libro de Hechos de los Apóstoles, en su capítulo tres, nos ilustra al respecto. Un poco antes, en el capítulo dos, ya habían sido llenos del Espíritu Santo y para una persona que es templo del Espíritu Santo se le hace necesario orar.

No es nuestra intención decirle cuánto tiempo debe orar, ni de qué forma o posición física, si arrodillado, acostado o sentado, ni donde lo debe hacer. Voy a hablarle de claves para que cuando usted esté orando encuentre las respuestas de Dios que está buscando.

Orador o mendigo

Debe definir si quiere ser un orador a Dios o un mendigo de los hombres. Buscando el significado de mendigo encontramos que tiene dos sinónimos: Limosnero y pordiosero. El mendigo se caracteriza porque ve en los hombres la solución a sus necesidades, al menos, en el contexto que vamos a ver.

El orador a Dios se diferencia ampliamente de la persona que se comporta como un mendigo en el ámbito cristiano. Ésta es la primera clave: Saber si usted es un orador a Dios o un mendigo de hombres.

“Un día subían Pedro y Juan al templo a las tres de la tarde, que es la hora de la oración”. Hechos 3:1

Iban los dos apóstoles, dos cristianos normales que quieren orar en el templo. En aquella época había ciertas horas del día dedicadas para la oración en el templo. Dividían el día en cuatro vigilias de tres horas cada una y se establecían tiempos dentro de esas cuatro vigilias para orar en el templo.

Usted podrá preguntarse ¿Tiene que ser a las tres de la tarde o dentro de esos tiempos en las vigilias? No. Eso no es lo importante para Dios, Él no tiene hora, ni fecha, ni calendario, cuando usted necesite orar lo puede hacer en el lugar en donde esté. En este caso son muy específicos, ellos estaban yendo al templo porque su misión era ir a orar allí en ese momento.

“Junto a la puerta llamada Hermosa había un hombre lisiado de nacimiento, al que todos los días dejaban allí para que pidiera limosna a los que entraban en el templo”. Hechos 3:2

Tenemos el templo, tenemos las personas, tenemos a Dios que se supone los escuchaba. Pedro y Juan son oradores a Dios.

Tristemente, algunos llegan al cristianismo y al templo para que la gente que entra les solucione sus necesidades. ¿Somos oradores a Dios o mendigos de hombres?

Hagamos caso a lo que dice el Señor Jesús, entremos a nuestro lugar secreto y Dios que escucha lo que decimos en lo secreto nos recompensará en público.

¿A través de personas? Posiblemente ¿A través de personas? Posiblemente, Dios puede escuchar su oración: “Señor, tengo esta necesidad, ¿me puedes ayudar por favor?”. Y Dios puede mover el corazón de una persona para que esa oración que usted ha hecho sea respondida.

Debo definir entonces, si soy como Pedro y Juan que entran a la presencia de Dios porque sabían claramente que Dios es el que soluciona todos los problemas o soy como este hombre que tenía un problema, estaba enfermo de nacimiento y parece ser que todos los días lo dejaban allí en esa puerta llamada Hermosa, para que le pidiera limosna a los que entraban al templo.

Esta última, es la característica de un mendigo de hombres, actitud que puede hallarse en nuestros corazones cuando nos quejamos delante de los hombres con el fin de provocar lástima.

Seguro que Pedro y Juan tenían sus necesidades: Espirituales, emocionales y materiales, pero ellos entraban en la presencia de Dios y veían sus respuestas. Sin embargo, este hombre estaba allí desde su nacimiento y se había convertido en alguien que provocaba lástima en la gente. Además, su situación era paupérrima, era un lisiado, tenía un grave problema.

Todos podemos tener necesidades pero, ¿cuál es nuestra actitud? ¿Colocamos la vista sobre las personas que creemos que nos pueden ayudar a solucionarlas? Si este es el caso, estamos perdiéndonos la gran oportunidad de que sea Dios el que nos supla directamente.

Seguiremos  en la Segunda Parte de Este Tema hablando de la clave Mirando Fijamente
Que Dios te siga llenando de su paz.

John Freddy y Ruth Betancurt.