“Descenderé ahora y veré si han hecho en todo conforme a su clamor, el cual ha llegado hasta Mí. Y si no, lo sabré.” Génesis 18:21
Clamor – como en los días de Noe, los días de Ezequiel y los días de Jonás, se levantó un lamento al Señor. Él lo escuchó y decidió traer juicio sobre la tierra. Pero a diferencia de nuestras ideas erradas sobre el pecado de Sodoma, el clamor que escuchó Dios no era sobre inmoralidad sexual.
Nuestras escuelas dominicales no enseñan sobre el verdadero pecado de Sodoma. No fue homosexualidad, libidinosidad, lujuria o cualquier otra perversión sexual. Fue mucho mayor. Y todo está envuelto en la palabra hebrea “tse´aqah” y su acompañante “ze´aqah”.
Esta primera palabra la encontramos en éste versículo (clamor) y la segunda en el versículo anterior (lamento), pero como puedes ver, existen dos palabras diferentes en hebreo. No obstante, el impacto de estas dos palabras se funde en una sola ofensa tan grande que Dios derrama ira sobre aquellos que la abrazan.
¿Qué significan “tse´aqah” y “ze´aqah”? Sarna dice que estas dos palabras describen “el lamento angustioso de los oprimidos, la plegaria agonizante por ayuda de la víctima en alguna gran injusticia.”
Esta es la indignación moral por la indiferencia total por la compasión y civilidad humana. Esto es lo opuesto a lo que cualquier humano consideraría justicia. Esta no es una simple deshonra a Dios. Es la deshonra de aquellos como nosotros, una manifestación lasciva de la insensibilidad humana hacia otros seres humanos.
Si deseas ver como se ve, no tienes que descender a los burdeles ni a las tiendas de pornografía. Puedes ver las noticias sobre “limpieza racial” en todo el planeta. Puedes recordar la historia del Holocausto o las acciones de Pol Pot. Puedes comprender que vivimos en el siglo más brutal, más inhumano, más despreciable que ha visto el mundo. Y no existe evidencia que las cosas mejorarán.
El potencial de genocidio en nombre de Allá que surca el horizonte tienen la posibilidad de palidezcan todos los otros actos de crueldad. La destrucción de los seres humanos en nombre de la religión, política y economía nos hace ver como si no sólo vivimos en Sodoma, sino que también nos hemos expandido sus límites de la ciudad hasta los confines del planeta.
¿Realmente creemos que Dios no repetirá su ira expurgatoria en un mundo enloquecido con el apetito desmedido por poder, posesión y ganancia personal? ¿Realmente creemos que Dios puede encontrar un justo entre nosotros?
Da terror contemplarlo. Por cuánto tiempo superará la misericordia de Dios a Su juicio es una apuesta que ningún hombre debe desear tomar.
Así que haz a un lado la idea que el pecado de Sodoma tenía que ver con sexo. La perversión sexual solo fue uno de los síntomas de una cultura a la que no le importaba ni un poco aquellos que eran usados y abusados. Ezequiel coloca la culpa donde necesitamos escucharla:
“Pues ésta fue la iniquidad de tu hermana Sodoma: arrogancia, abundancia de pan y completa ociosidad tuvieron ella y sus hijas; pero no ayudaron al pobre ni al necesitado, y se enorgullecieron y cometieron abominaciones delante de Mí. Y cuando lo vi las hice desaparecer” Ezequiel 16:49-50
¿Qué ve Dios hoy? ¿Qué harás al respecto antes que El venga a ver si el lamento es grande?
Escrito por Dr. Skip Moen, traducido por Bessy.
www.SkipMoen.com
La paz del resucitado a todos los hermanos y hermanas de la comunidad. Espero que todos estemos acompañando al Señor en este Triduo pascual para poder resucitar con él, el domingo.
Nosotros vamos a tener la Vigilia Pascual que empezaremos el sábado desde las once de la noche hasta las cinco de la madrugada del domingo Después toda la comunidad nos iremos a la cena pascual que consiste almuerzo con cordero. Espero que el Señor me conceda esta gracia de estar vivo.
Como sabemos, el jueves empieza el Triduo Pascual, es decir, la pasión muerte y resurrección del Señor. Tiene su centro en la Vigilia pascual del domingo, o como dice San Atanasio: “como un gran domingo”.
Les adjunto una reflexión que fue fruto del día jueves Santo, donde se habla del amor al “otro”. Como muy bien dice el Papa: “El “otro” es Cristo”. Es interesante lo que dice el Papa, no dice que “Cristo ESTA en el otro”, que también lo está, sino, el “otro” ES Cristo. Son muy profundos sus mensajes del Papa Benedicto XVI cuando habla.
Volteemos la página y empezaré con una pregunta: ¿POR QUE JUZGAS Y MATAS A TU HERMANO?
El Papa Benedicto XVI decía muy bien que el cristiano no es aquel que no peca, sino el que reconoce su pecado, como el rey David, que peca no se justifica y no se defiende, sólo dice ante el profeta Natán: “He pecado contra Yahvé”.
¿Quién de nosotros no hemos sido peor que David? Todos, hermanos, yo el primero.
Se lee en un Misdrash que el discípulo le dice a su superior:” Padre Abad, he visto a fulano pecar acostándose con una mujer. El Abad le pregunta: ¿Lo has visto con tus propios ojos? El discípulo responde: Sí, Abad, le he visto con mis propios ojos. El Abad respira y dice: Si los has visto con tus ojos, DUDA.
A esto nos lleva esta reflexión, a no juzgar al hermano. ¿Por qué juzgamos y matamos al hermano? ¿De dónde nace la raíz del juicio? ¿Quién salvará al hombre de las raíces asesinas que todos llevamos dentro de nosotros mismos?
Dios nos ha creado para vivir en comunión, que es la felicidad .Ser feliz significa tener a Cristo dentro de nosotros. El demonio padre de la mentira, nos siembra la duda y nos invita a ser dios sin Dios. La raíz de todo juicio en el fondo es la envidia. ¿Quién hoy, no es envidioso? Y sin embargo, Jesucristo ha venido por los envidiosos. Aquél que dice que no es envidioso, es porque no ha visto su pecado .No se ha encontrado con Jesucristo en su historia .No ha experimentado la Misericordia del Padre. ¿Quién nos hace ver nuestro pecado? El “otro”, como el profeta Natán.
Dice la carta de Santiago (4,19): “Tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?”. Y san Pablo a los romanos (14,10): “¿Por qué juzgas a tu hermano? ¿Por qué lo desprecias? Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios”.
¿Por qué somos tan idólatras que juzgamos? No juzgues ni lo que veas con tus ojos o con tu razón. ¿Quién nos hará recuperar la inocencia bautismal? Sólo Cristo en la Iglesia mediante su Gracia. Porque esto de no juzgar, no es producto de nuestros esfuerzos, sino de la Gracia de Dios. Conocer y reconocer tu pecado vale más que resucitar muertos, dice Simón el Sirio. Es fundamental conocerse a sí mismo saber quienes somos. Jesucristo es el único que conoce el secreto de nuestros corazones (Romanos 2,16; 1 Corintios 4,3-5).
Teniendo en cuenta que Jesucristo nos amó cuando éramos malvados, cuando le hacíamos daño: lo hemos matado y, no obstante, cuando éramos malvados, EL dio su sangre por nosotros. Todos los días crucificamos al otro. El marido crucifica a la mujer, la mujer crucifica al marido, crucificamos a la suegra, al suegro, al vecino, al jefe, en suma, siempre será el “otro”. Y sin embargo, el “otro” es Cristo. Es una realidad constante. Somos imperfectos. Y cuando somos malos ¿quién podrá anunciarnos que, aunque seamos malos, Jesús nos ama? Muy sencillo: si Cristo vive en mí y ama a ese hermano que ha sido mi enemigo, Jesús me lleva a decirle que le ama. ¿Se da esto en nosotros?
Tú le juzgas. Pues no es cristiano juzgar. La caridad todo lo excusa. El que juzga está en el pecado. Hay gente que se pasa la vida señalando con el dedo a todos para justificarse. Ése que no piense que tiene el Espíritu de Cristo. “No juzguéis” (Mateo, 7,1). ¿Qué sabes tú del otro? No juzgues. No juzgar a nadie. Perdonar. Eso es lo que dice el Evangelio, ¿no? La caridad todo lo excusa, todo lo soporta. Y, sin embargo, nosotros juzgamos todos los días, pecamos. Tienes que saber que cada vez que juzgas pecas. ¿Por qué juzgas a tu hermano? Jesucristo no nos ha llamado a juzgar. Deja que otros juzguen. A nosotros el Señor nos ha llamado a otra cosa: nos ha llamado a llevar en nuestros cuerpos la injusticia de los demás y a remitir la justicia de Dios.
Jesús es el juez. Él sí puede juzgar (Actos. 10,42).Él nos ha abierto un camino. Nos ha dicho mira cómo tienen que vivir: como vivo Yo, así tienen que vivir ustedes. Yo soy el único que puede juzgar. Puedo juzgar a los asesinos, porque yo no he asesinado a nadie; puedo juzgar a los borrachos, a las prostitutas, a los adúlteros, porque yo no he sido como ellos. Puedo juzgar a todos, porque yo soy el Señor, el Santo. Él, el tres veces Santo, puede juzgar y no ha querido juzgar. Ha remitido el juicio al Padre. Pensemos que vivir así es la nueva creación que todos anhelamos.
El fruto que el Señor espera de nosotros, no es tanto el hacer muchos milagros o de resucitar a los muertos, el fruto que el Señor espera de nosotros en la comunidad cristiana es que quitemos de nuestro corazón el juicio. No juzgar, no condenar a un hermano, aunque lo veas hacer cosas que no entiendes; porque con la medida que midamos, seremos medidos, dice el Señor.
Dice San Cirilo de Alejandría (siglo V): “Si el Maestro ya no juzga, ¿cómo tú te permites pronunciar sentencias? Él no vino para juzgar al mundo, sino para usar con él de misericordia, y te repite a ti también: Si yo no juzgo, no lo hagas tampoco tú que eres mi discípulo”.
Puede darse que tú seas más culpable que los que juzgas, ¿cómo puedes no avergonzarte de esto? El Señor expresa este pensamiento con otra imagen: ” ¿Por qué miras la brizna en el ojo de tu hermano?”. Con tales palabras nos persuade con mayor evidencia a abstenernos de juzgar a los otros, para examinar más bien nuestro corazón y esforzarnos por expulsar de allí las pasiones que lo engañan, implorando a Dios su ayuda. Él sana a los contritos de corazón y nos libera de los males del alma. Si tú has pecado más y más gravemente que otros, ¿le reprenderás, olvidando tus pecados? Este mandato es necesario para todos los que quieren ser cristianos.
Muy bien dice san Atanasio (siglo IV): “Para conservar la paz del corazón, es preciso discernir los movimientos de los pensamientos: el espíritu bueno inspira conformidad con la voluntad del Señor, es fuente de gozo y conduce a la intimidad con Dios. El espíritu malo fomenta la inquietud, el desorden, la tristeza. Tenemos una señal para no temerlos: cuando nos venga un pensamiento cualquiera, no la admitamos a la primera, sino preguntemos confiados “¿Quién eres y de dónde vienes? Si aquello es santo nos alegrará y convertirá nuestro miedo en gozo; pero si es del demonio, se intimidará al ver un corazón puro; porque manifiesta poseer un espíritu recto el que pregunta: ¿Quién eres y de donde vienes?”
Es decir, el Maestro, Jesucristo, que es Dios, que es el Justo, no ha querido juzgar, sino que ha querido tomar sobre sí los pecados, las cosas malas de los hombres, ¿quién eres tú para juzgar a tu hermano? ¿Es que eres quizás más importante que Cristo? Si un siervo está todo el día sin hacer nada y su patrón no le dice nada, porque le está bien asío por lo que sea, ¿qué tienes que decir tú? Tú no eres el patrón de ese siervo. Esto es un ejemplo que pone Pablo: “¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Que se mantenga en pie o caiga sólo interesa a su amo; pero quedará en pie, pues poderoso es el Señor para sostenerlo” (Romanos 14,4).
Tú empiezas a decir: “! Yo soy el último y el peor de todos ¡”. La fe adulta consiste en considerar a los otros como superiores a ti (Filipenses 2,3). Sinceramente, ¿quién de nosotros se siente último? ¿Nadie? El camino de la iniciación cristiana es primero un descendimiento para luego subir con el Señor.
Vamos a ver entonces que hay en tu corazón. Tal vez sólo juicios. ¿Quién ha sembrado en tu corazón esos juicios que tienes contra esa hermana o hermano, contra el sacerdote de tu parroquia, contra tu hija, contra tu suegra, tu cuñado, contra tu vecino? Jesucristo no los ha sembrado; eso seguro; Jesucristo no ha sembrado esa cizaña; Él ha dicho: “No juzgues”.
¡Tú permites que el demonio siembre dentro de ti la cizaña y tienes el corazón podrido! Todas nuestras perversidades salen de nuestro corazón. ¿Quién cura nuestra profundidad de nuestro ser? ¿El siquiatra? ¿El psicólogo? ¿La ciencia? ¿La medicina? ¿Las terapias? Sólo el que ha bajado a nuestros infiernos, puede sacarnos de allí.
¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? El que juzga es un ciego y no puede ayudar a nadie. Los cristianos no juzgan. Cada árbol se conoce por sus frutos. Ningún juicio viene de Dios; todos vienen del demonio y cada vez que juzgamos al hermano y a la hermana, se detiene la conversión, se detiene nuestra vida cristiana.
No tenemos derecho de ningún tipo para despreciar, humillar y maltratar al otro. Porque el Maltratado (Jesucristo) se pone de parte del humillado, del oprimido porque Él es toda humildad, es la esencia y la naturaleza del Ser encarnado: Jesucristo. Quien detesta a un hermano es un asesino y no tiene vida eterna dentro de sí. Cuando juzgamos a una prostituta, Dios te abandona y se va con la prostituta. Lo mismo podemos decir de los homosexuales o de los alcohólicos, o de los que abortan.
Recordemos lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, número 679: “Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho a juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a cristo como Redentor del mundo. Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar y para dar la vida que hay en él.”
Nos cuentan los padres del desierto que los monjes se habían reunido en asamblea para juzgar a un hermano culpable, cuando se presentó el Abba Prior con un enorme saco de arena a la espalda, y en la mano una cesta que contenía sólo unos pocos granos. “Este saco -explicó – son mis pecados; como son numerosos, me los he puesto a la espalda para no tener que afligirme y llorar. Este puñado de arena son los pecados de este hermano; lo he colocado ante mis ojos para ejercitarme en juzgar a mi hermano”. La lección fue provechosa, pues los padres reunidos dijeron unánimemente: “Este es el verdadero camino de la salvación”. El Abba Besarion tuvo otro gesto significativo: “Un hermano había pecado, y el sacerdote le dio la orden de salir de la iglesia. Besarion se levantó y salió con él, diciendo: “Yo también soy pecador”. San Antonio fue, también en este punto, modelo de monjes. Una vez recibió con los brazos abiertos a un hermano expulsado de la comunidad regida por un tal abad Elías; más adelante volvió a enviarlo a su celda, pero el monje regresó diciendo que los hermanos se negaban a recibirlo; entonces el gran Antonio les envió este mensaje: “Un navío ha naufragado en alta mar, ha perdido toda su carga y a duras penas ha conseguido llegar a la orilla; y vosotros queréis devolver los restos a las olas”: Los padres imitaban la infinita misericordia de Dios. Pensaban así: “Con la dureza y la austeridad, no es posible hacer cambiar a nadie; un demonio no arroja a otros demonio. La benignidad atrae más fácilmente al desviado. Nuestro mismo Dios ha atraído a sí a los hombres mediante la misericordia. Basta reconocerse pecador, arrepentirse y pedir perdón para que se restablezca la comunión con los hermanos”.
Quiero terminar diciendo el Amor que adoramos el domingo en la Iglesia, es el Amor que no ha juzgado, que ha callado ante las humillaciones, que ha callado ante las más infames acusaciones, que ha callado ante la petulante curiosidad de Pilatos. Es el Amor, que ha callado ante la adúltera, ante la traición de Pedro, ante la negativa del joven rico. Es el Amor que ha perdonado a los que le crucificaban y cotidianamente nos perdona a nosotros, que cotidianamente le crucificamos.
Pero a este Amor, ¿le amamos o no?, ¿le conocemos o no? ¿Le hemos entendido alguna vez? ¿Le hemos creído alguna vez? Si hoy juzgamos, si mañana juzgamos, el Señor nos levanta, porque ¿cuántas veces se levanta el justo? Y de todos los levanta el Señor.
Que nos ayude el Señor a imitarle.
En Cristo
Lucho
Mi correo es luchopizarro2@hotmail.com
Dios les bendiga hermanos por reflexiones tan bonitas y reales, que nos pone frente a la cruda realidad del mundo!Debemos clamar misericordia ante tanta falta de amor y misericordia!
Quiero decirle a Mildre, que a partir de hoy estaré orando por su pedido. Espera en el Señor, estes disponible para El, confia, no estás sola,sos la niña de sus ojos!!.
Su hermana en Cristo, Leonor.
EStoy de acuerdo en que las perversiones sexuales en aquella época como en esta, fueron la consecuencia de otros males más grandes como la opresión, la violencia, los abusos sexuales, etc… y no al revés.
cuanto me alegre cuando vi la observacion que al referirnos a nuestro Dios se escriba con mayuscula,El nuestro siempre ira’con mayuscula,No obstante El es Dios de “cultos”asi como de incultos.de amos y esclavos.ok?No todos hemos tenido oportunidad de educarnos pero si de ser Amados por EL DIOS Q NOS CREO GRACIAS PADRE.
ayudenme tengo mi vida patas arriba estoy casada hace mas de 6 años pero no he tenido bebes me siento sola y muy pequeñita ante personas que tienen hijos oren por mi por favor lo necesito. gracias