En una pequeña cabaña marrón, en el borde de un oscuro bosque, vive un mago con un increíble poder secreto.

Un día, mientras se paseaba por un camino serpenteante en lo más profundo del bosque, se topó con un muchacho meditabundo e infeliz sentado sobre un tronco.  Descansando sus codos sobre sus rodillas, sostenía su cabeza en sus manos y parecía sentirse en gran manera miserable.

“¿Por qué la mirada tan triste?” preguntó el Mago.  No hubo respuesta… ¡tan sólo un débil gruñido y un pesado suspiro!  “Ven acá jovencito y contempla este viejo árbol”.  El muchacho se puso en pie, todavía apesadumbrado y con su cabeza cabizbaja se dirigió hacia el Mago.

“Este árbol ha estado por aquí por muchos cientos de años y nunca ha estado triste un solo momento.  He aprendido su secreto por lo que voy a compartir contigo el más grande regalo que un ser humano puede poseer.  Pero antes de hacerlo, primero deberás completar una misión que te voy a asignar…  Sé que hoy es tu décimo segundo cumpleaños… deberás mantener una sonrisa en tu rostro durante un año y nunca quejarte ni gruñir.  Te estaré siguiendo por todos lados en mi forma invisible.  Cuando sientas el olorcillo de una brisa en tu rostro, sentirás mi presencia.  La misma primera vez que dejes de sonreír, te quejes o gruñas, desapareceré para siempre y nunca conocerás mi poder secreto que te daré el próximo año.  Perderás el más grande regalo en la tierra y serás como el resto de los mortales que viven vidas desdichadas e infelices”.

Los ojos del jovencito comenzaron a aguarse y las lágrimas rodaron por sus mejillas como una catarata por la ladera de una montaña.

“Esa es una buena señal”, afirmó el Mago.  “Sal de toda tu tensión e infelicidad contenida.  Recuerda esto… Tienes sólo una vida en la tierra y no puedes darte el lujo de invertir un solo momento amargado.  A partir de este momento, serás consciente de la sonrisa en tu rostro y comprenderás que si la sonrisa se disipa aunque sea por un momento, perderás el contacto conmigo y el poder secreto que te daré en un año se perderá como un copo de nieve en una hoguera”.

Las lágrimas del muchacho se secaron de repente y apareció una radiante sonrisa.  De repente, sopló un fuerte viento y todas las hojas caídas se desparramaron alrededor del muchacho.  Cuando cesó el viento, el Mago se había ido.  El muchacho se sintió rejuvenecido y aunque todas las preocupaciones y problemas que tenía todavía existían, su disposición era muy distinta.  Se lanzó en una carrera gozosa y cantó una canción feliz hasta salir del bosque y de vuelta a su casa para confrontar sus problemas y resolver asuntos pendientes.

Cada mañana, al levantarse, se iba al espejo y se aseguraba que su sonrisa estuviese en su lugar.  Parecía tornarse más grande y brillante cada día… y mientras brillaba más su sonrisa, su porte, conducta y maneras mejoraban.  Todos se daban cuenta de qué diferente era.   Algunas personas de malos sentimientos intentaron cambiar su sonrisa en un ceño fruncido pero nadie pudo lograrlo.  Estaba gravada en su rostro como una exquisita foto incandescente.

Al finalizar el año, el Mago se apareció de repente de la nada y declaró… “Tu disposición y naturaleza han sido extraordinariamente notables.  Tu luminosa sonrisa es un gozo para todos los que la contemplan.  Ahora voy a compartir contigo el más grande poder secreto que poseo en el mundo”.

El excitado adolescente contuvo su respiración en anticipación.  “La verdad del asunto es… que no tengo ningún poder secreto más potente que el que tú posees.  La sonrisa que tienes en tu rostro ahora mismo es el más grande poder en el mundo.  Una vez que tu rostro radia con gozo, has sido investido con el don más grande que cualquier humano puede poseer mientras viva en la tierra.  Ahora que has experimentado ese poder, sé que no volverás a tu viejo y preocupado ceño fruncido”.

El rostro del jovencito brilló aún más y lanzó sus brazos alrededor del Mago y le dio un abrazo amoroso… “Yo pensé que ese iba a ser el secreto.  Estoy contento de no haber sido decepcionado con algún encanto ó baratija mágica”.

Mientras abrazaba al Mago, apareció un fuerte viento… y para sorpresa suya… quedó dándose a si mismo un gran abrazo.

“Me pregunto si he estado teniendo un sueño”, pensó él… pero justo entonces, una suave brisa tocó sus mejillas y un escalofrío recorrió su espina como una diminuta corriente eléctrica… esto encendió su rostro aún más y dijo en voz alta: “¡Hoy tengo trece años de edad y el regalo que quiero más que cualquier cosa es descubrir cuánta gente puedo ayudar a sonreír hoy!”

Y en ese mismo instante, se dio cuenta que se había convertido en un Mago a su décimo tercer cumpleaños.

Michael Levy and Point of Life, Inc., copyright 2005, del libro “Los Gozos de la Alquimia Viva ”

Fuente: www.motivateus.com

Hoy les comparto un cuento sacado de un libro… y que aunque utiliza personajes de ficción, su autor nos permite aprender una preciosa lección de la que todos podemos beneficiarnos.  ¿Cuántos podemos dar fe del impacto que la gente con una sonrisa genuina, constante y brillante, tienen en nuestro estado anímico?  La verdad es que es mucho más fácil—y menos estresante para los músculos del rostro—sonreír que mantener el ceño fruncido.

La sonrisa nos rejuvenece, nos hace sentir distintos… y todo como producto de una decisión de sonreír.  ¿Por qué no decidir sonreír, por todo un año… y ver qué nos pasa?  Sé que muchos tal vez piensen que eso es imposible.  Y tal vez lo parezca ante las circunstancias en que estamos inmersos, pero si lo intentamos, qué perdemos? Dios, nos impartirá un gozo que salta de lo profundo del alma y que se podrá expresar en una cálida sonrisa para nuestra bendición y la de los que nos rodean.

 

Raúl Irigoyen

El Pensamiento Del Capellán.