Tengo un macetero de ladrillos alrededor del perímetro de mi propiedad esquinera; está lleno de rosas y otras flores.  Hice un letrero a mano que se puede ver en la cerca que dice: “Mis rosas son hermosas, lo sé, las cultivo para regalarlas y mostrarlas, pero Ud. debe preguntar primero para evitar problema alguno y además, es la manera correcta de obtener una”.

A menudo observo a la gente olfatear mis rosas y admirarlas ante lo cual les pregunto: “¿Quisieran una?” (He logrado hacer muchas amistades de esta manera).  A lo largo de los años he tenido muchas oportunidades de interactuar con gente que ya sea ha pedido (y se les ha dado) ó ignorado el letrero, y “tomado” mis rosas.  Muchas lecciones han sido dadas y recibidas en el curso de estas interacciones a lo largo de más de 30 años de vivir aquí.

Un ejemplo de un “pobre” ejemplo sería el de la madre y su hijo pequeño que pasaban; el pequeñín tomó una rosa y quebró toda una rama para arrancarla—dañando el arbusto—y siguieron de largo.  Les alcancé y le pregunté a la madre por qué no había hecho nada para corregir a su hijo.  ¿Su respuesta?  “¡Es tan sólo una rosa!”

¿Mi respuesta a la de ella?  Sólo es una rosa “esta” vez; es sólo un caramelo la próxima; es sólo una bicicleta la próxima; es sólo una billetera la próxima; es sólo un auto la próxima; es sólo su manera de alardear la próxima; ¡es sólo la vida de alguien más la última vez!

¡Así se hace, Mamá!  Se retiró apresuradamente.

Un “mejor” ejemplo lo encuentro muchos años atrás cuando observe a tres chicas adolescentes tomando mis rosas repetidamente al pasar yendo y viniendo del colegio.  Las vi hacerlo varias veces en los que no tuve tiempo para hablarles.  Entonces, una tarde las esperé en mi terraza.

Se acercaron al rosal y tomaron algunas y cuando me les acerqué, corrieron con sentimiento de culpa.  Bueno, corrí tras ellas por varias cuadras, las alcancé jadeante, y les expliqué que no iba a lastimarlas pero que quería hablar con ellas sobre cómo estaban lastimando mis rosas al romperlas sin cuidado y por el hecho de que estaban robándolas cuando todo lo que tenían que hacer era pedirlas.

Bueno, ¿a qué no se imaginan?  Estas tres muchachas me pidieron rosas numerosas veces, por un par de años, hasta que se graduaron.

Entonces, una víspera de invierno, años después, cuando era soltero, tuve una cita para cenar y me detuve en una tienda para comprar una rosa para mi amiga y cuando la puse sobre el mostrador, la joven cajera me miró y sus ojos se abrieron al reconocerme, negándose a aceptar mi dinero por la rosa y en vez, sacó su dinero de su cartera y lo puso en la caja.

¿Adivinen quién fue?  ¡Fue una de las tres chicas!

Thomas Weller, copyright 2012
Fuente: http://www.motivateus.com/

 

El pensamiento de hoy nos permite ver como una persona se dio a la tarea de inculcar valores en la comunidad en la que vivía por años, recibiendo a cambio ¡todo un tesoro de experiencias y amistades!  Y es que es así… cuando estamos dispuestos a dar, también recibimos.
De hecho, como nos lo dice la Biblia: cuando damos (sembramos) generosa y abundantemente, habremos de recibir (cosechar) de igual manera.  Y en el proceso, nuestras vidas son transformadas para bendición tanto personal como de los demás.
¿Por qué no atrevernos a hacer la diferencia en nuestras comunidades?

No tenemos que imponernos… tan sólo darnos, aunque no siempre resulte fácil.  ¿Por qué no dedicar un tiempito este fin de semana para congregarnos y permitir al Señor mostrarnos nuevas y creativas maneras de compartirnos con la comunidad a la que pertenecemos y de esa manera, mostrarles el amor del Salvador?
Adelante y que el Señor les continúe bendiciendo.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán