Comenzando con nuestros años mozos y reforzados una y otra vez, hemos sido animados a alcanzar las estrellas y seguir nuestros sueños, y sin embargo somos pocos los que recorremos aquel hermoso y satisfactorio, pero difícil camino hasta el final.  Es la jornada de hallar el deseo de nuestra alma, reconociendo y siguiendo pistas por el camino, mientras escuchamos solamente las canciones y armonía de nuestros corazones.

Es permitir a nuestras almas hallar el camino de vuelta a donde pertenecen, a un lugar en donde podamos exhalar y descansar en paz una vez que nuestro tiempo se haya cumplido.  Permitimos que la culpa nos venza, que el temor nos domine, que el tiempo nos desanime, y le damos permiso a nuestras rutinas diarias y a las circunstancias presentes a que aprisionen nuestro destino.  Nos negamos a nosotros mismos el alcanzar nuestros propios destinos y genuina felicidad que todos merecemos.

Aprendemos muchas lecciones a lo largo de nuestras vidas.  Algunas de ellas pudieran interferir, desafiar o desplazar otras lecciones más importantes.  Se nos ha dicho que enfocarnos en nosotros mismos, nuestras necesidades y nuestros deseos puede ser un acto de egoísmo.
Hemos aprendido que complacer y pensar en los demás antes que en nosotros mismos es un acto de heroísmo.  Tal vez sentimos que seguir nuestros propios corazones y sueños, hacer lo que amamos hacer y apuntar hacia tales placeres es ser egoístas, pero no es así.  Tal vez nos sentimos avergonzados de subir la escalera del éxito cuando demanda cambio y posiblemente un nivel de incomodidad para aquellos que más amamos que nos acompañan en la travesía, pero no debiéramos.
Y quizás sentimos que somos culpables porque con cada paso, cada logro, debemos dejar atrás algo o aún a alguien… pero no lo somos.

Al hacer a un lado la culpa y darnos permiso para obedecer a nuestros corazones, también necesitamos estar al tanto que el temor afecta cada movimiento nuestro.  El temor al fracaso podrá ser universal, pero también lo es el hecho de que si no lo intentamos, nos estamos sentenciando a la nada, a una vida en la que solamente existimos.
Aunque podrá amedrentarnos el avanzar hacia lo desconocido armados con poco más que fe y arriesgar nuestras vidas, a la gente y a las cosas que más atesoramos, es mucho más amedrentante saber que si no lo
hacemos, el temor que hoy nos paraliza, mañana se transformará en remordimiento.  El temor que experimentamos debiera ser considerado y comparado a nada más que al abrazo cariñoso, tierno y protector de una madre.  Una vez que ella ve nuestra fortaleza, valor y cuán bien hemos aprendido a volar, nos dejará en libertad.

En un mundo en el que la gratificación instantánea es cada vez más común, el asunto del tiempo mismo puede convertirse en un factor desalentador cuando nos damos cuenta de cuán larga pudiera ser nuestra
travesía.

Cada sueño y jornada pudiera tomar años y quizá una vida completa para alcanzarlos.  El tiempo es esencial al proceso ya que hay experiencias necesarias que vivir y lecciones valiosas que aprender para poder alcanzar nuestro destino.

No permitamos que lo que no controlamos nos desaliente.  Así como una madre no puede acelerar el nacimiento de su milagro hasta que haya atravesado cada una de las etapas necesarias, necesitamos permitir que nuestros días se desenvuelvan a través de sus propias etapas.  Si seguimos alimentando nuestros sueños, nosotros también abrazaremos nuestros milagros.

Lo que hoy está frente a nosotros pudiera ser el guarda más peligroso de nuestros corazones… un amo disfrazado, ocultando la verdad mientras nos aprisiona dentro de una zona cómoda y fácil.  Aunque las
paredes de nuestras celdas sean poco más que una capa de neblina colocada delante solo de nuestros ojos, ya que todos nuestros otros sentidos saben, permanecemos paralizados como rodeados por una muralla
indestructible.  Sin que nos demos cuenta, las circunstancias en que vivimos y nuestra rutina diaria estorban el avance de nuestros sueños y evitan que nuestros deseos se traduzcan en acciones.

A veces confundimos una vida llena de actividad con una realizada.  Permitimos a nuestros días interferir con nuestros destinos al enfocar la mayoría o todas nuestras emociones y acciones en asuntos insignificantes e irrelevantes.  Todos nacemos con sueños y deseos y tenemos lugares a los que queremos ir.

No permitamos que el anhelo de hallar un lugar donde detenernos y descansar nos lleve a conformarnos con menos que nuestro destino.  Aprendamos nuestras lecciones y continuemos nuestra jornada.

Necesitamos hacernos a un lado del mundo en que vivimos de vez en cuando, sentarnos en silencio y escuchar lo que nuestros corazones y almas nos susurran.  Necesitamos extraernos a nosotros mismos de la
rutina diaria y pensar sobre adónde queremos ir.

Necesitamos seguir nuestros corazones cerrando nuestros ojos y estando conscientes de nuestros alrededores interiores.  Necesitamos tener un santuario imaginario al que viajemos cuando cerramos nuestros ojos para descansar en las noches o cuando el mundo en que vivimos no está en armonía con quienes somos o necesitamos ser.  ¿Por qué no cerrar nuestros ojos, visitar aquel lugar tan a menudo como podamos y escuchar cada susurro cosa de que un día, cuando los abramos, sepamos exactamente dónde ir cómo llegar?  Entonces, nosotros, nuestra mente, nuestro corazón y nuestra alma finalmente podrán descanar como uno solo.

Michelle C. Ustaszeski

Sin necesariamente suscribirnos a la totalidad del pensamiento que hoy les enviamos, creo que todos podemos estar de acuerdo en que necesitamos ser más fieles a quienes somos en realidad.  Y es que, en medio de una sociedad tan competitiva, muchos van por la vida siendo guiados por voces externas que les dicen qué hacer y cómo hacerlo.
Todos parecen ilusionados con el éxito y hacen todo lo posible por obtenerlo, aún cuando esto implique traicionarnos a nosotros mismos.
¡Cuánto añoramos las candilejas, los reflectores, la fama, el reconocimiento, las riquezas!  Sin embargo, lo que muchas veces no comprendemos es que aquellas cosas no significarán nada si para obtenerlas sacrificamos nuestra identidad y nuestros sueños.  De allí que todos necesitamos cada cierto tiempo hacer un alto y preguntarnos a nosotros mismos por qué hacemos lo que hacemos y hacia dónde vamos.
Hagámoslo y descubramos que podemos vivir vidas con propósito.  Que Dios les continúe bendiciendo.

Raúl Irigoyen.