“Les dije, pues: ‘Vosotros veis la difícil situación en que estamos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego. Venid y reconstruyamos el muro de Jerusalén, para que ya no seamos objeto de deshonra’” (Nehemías 2:17).
Gordon Bethune asumió la gerencia general de Continental Airlines cuando estaba caía en picada en 1994.
La aerolínea tenía uno de los peores rendimientos en llegar a tiempo en la industria. El servicio al cliente casi ni existía; los aviones estaban sucios; los obreros perdían el equipaje.
El primer problema que Bethune atacó fue la llegada a tiempo. Ser comprometió a darle un bono de $65 a los obreros no gerenciales cada mes que el rendimiento de la aerolínea en esa área quedase entres las mejores cinco a nivel nacional. Quienes manejaban el equipaje, las puertas de abordaje, las reservaciones, sobrecargos y secretarias, todos eran parte del paquete.
Él arribó a la cifra de $65 calculando cuánto costaba a la compañía cada mes operar vuelos atrasados. A un costo de $5 millones al mes, Bethune estaba dispuesto a devolverle la mitad de aquello a los empleados ($65 para cada uno de los 40,000 empleados) si daban la vuelta a la puntualidad de la aerolínea. Él anunció el programa en enero de 1995. En febrero de 1999, el 80% de los vuelos de Continental aterrizaban a tiempo.
Al proveer bonos financieros a los empleados, de repente, los aviones estaban limpios. La motivación subió y también las ganancias. La gente hacia las cosas por sus propias razones.
Durante el tiempo de Nehemías, los muros que rodeaban a Jerusalén, la ciudad santa, yacían en ruinas. Era una desgracia. Los muros de una ciudad estaban para protegerla. Sin la barricada de piedras ni nada para detener a sus enemigos, los habitantes estaban indefensos y vulnerables al ataque.
La gente es experta en el análisis de costo-beneficio. Todos se preguntan: “¿En qué me beneficia esto?” Los muros construidos alrededor de Jerusalén beneficiarían a los residentes de la ciudad.
Nehemías sabía esto y actuó de manera acorde. Dirigió a la gente de Jerusalén a reconstruir el muro, no para beneficio personal (ya que él vivía a miles de kilómetros de distancia) sino por el de ellos. Y no fue por unos $65 de más en sus cheques: fue por la protección de sus vidas y las de sus familias.
Uno puede empujar, presionar y puyar a la gente y no se mueven. Pero démosle una buena razón—una de sus propias razones—una manera en que ellos se beneficiarán, y nos seguirán hacia dónde les dirijamos.
La gente hace las cosas por sus razones y no por las nuestras… sus propias razones.
Fuente: Leadership Weekly, 29 de octubre 2013
El pensamiento de hoy pudiese ser malinterpretado como un intento de manipular a los demás, cuando en realidad no hace más que reconocer la naturaleza de las motivaciones humanas.
Hace años un consultor de gerencia nos compartía que es imposible “motivar” a una persona; que lo más que podemos hacer es animarla a “motivarse” a sí misma… y aquel planteamiento se alinea perfectamente con la reflexión de hoy.
En última instancia, esta actitud refleja la unicidad de cada persona creada por Dios… no debiésemos ser manejados como uno más del montón.
Dios mismo apela a Su plan en nuestras vidas sabiendo que es la manera en que podemos maximizar los talentos, dones y propósito para el cual fuimos creados, i.e., viviendo el plan de Dios le sacamos el máximo beneficio a la vida no solo par nosotros sino también para los que nos rodean.
Si tal vez necesitas reenfocar tus motivaciones, ¿por qué no tomar un tiempo esta semana y recibir palabra de Dios al respecto?
Adelante y que el Señor obre Sus propósitos en cada uno de ustedes.
Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán
Grandioso amén.
Grandiso amén