“Ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan Su nombre” (Hebreos 13:15)
La alabanza y la adoración bendicen a Dios. A lo largo de la Biblia se nos motiva a bendecir al Señor. En el Antiguo Testamento, el bendecir [del Hebreo barak, que se pronuncia bo-rac] a Dios en realidad significaba arrodillarse como una declaración física de adoración y respeto.
Era un saludo ceremonioso a Dios, presionando las rodillas contra la tierra en lugar de presionar la mano en la frente como lo hacemos en un saludo militar a un superior. Y en el Nuevo Testamento, el bendecir [del griego eulogia]básicamente tenía que ver con hablar bien de alguien; es la palabra de donde sacamos “elogio”. En la tierra elogiamos a alguien después de morir.
Puesto que Dios está vivo para siempre, lo bendecimos día con día a lo largo de nuestras vidas.
Como nuestra cultura ha tratado de convencernos de que nuestra fe es un “asunto privado” entre nosotros y Dios, tenemos una resistencia sutil a hablarle a Él o hablar acerca de Él en voz audible. Esto afecta la manera en que testificamos; queremos que nuestras vidas le “hablen” a las personas. Esto es bueno.
Las decisiones que tomamos en la vida y nuestro comportamiento deben comunicarle a otras personas que tenemos una relación con Dios; una que ellos también podrían tener. Pero si en realidad no les hablamos de las buenas nuevas del sacrificio de Jesús, no van a tener la oportunidad de creer.
La naturaleza “privada” de la fe en nuestra sociedad también afecta nuestra adoración. La sociedad está moderadamente aceptando la reverencia como un acto de adoración; el estar quietos y guardar momentos de silencio están bien aun para los no creyentes porque tales observancias no tienen un impacto sobre ellos. Pueden ignorar los momentos de silencio con facilidad; esto no les dice nada que se vean obligados a considerar. Por otro lado, las alabanzas de quienes exaltamos al Señor en voz alta los perturban mucho. Ellos oyen por casualidad algo que no quieren escuchar; son confrontados con nuestra creencia en un Dios a quien no siguen.
El propósito no es desconcertar a las personas con alabanzas públicas. Pero es interesente ver la diferencia del impacto entre la adoración silenciosa y la verbalizada.
Lo que hablamos tiene más definición que lo que sólo pensamos para nuestros adentros. Es más arriesgado. El creer y el hablar siempre van de la mano en la Biblia.
No es sorprendente, entonces, que la Palabra de Dios hable acerca de la alabanza y la adoración como el “fruto de nuestros labios” (Oseas 14:2). Entonces, De hecho, el Señor dice que las personas que Él va a formar para Sí mismo, como tú y yo, proclamarán Su alabanza con la boca (Isaías 43:21).
La adoración verbal es una de las formas principales de darle gloria al Señor. Es por eso que David ora: “Abre mis labios, oh Señor, para que mi boca anuncie Tu alabanza” (Salmos 51:15).
Hoy le le ofreceré a Dios el fruto de mis labios.
Señor, Recibe el canto y alabanza que sale de mis labios como el fruto de mis labios a ti, Creador del Universo. En el Nombre de Jesús. Amén.
Dr. Daniel A. Brown.
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BUENA MUY BUENA REFLEXION ME VA AYUDAR MUCHO PARA CUANDO ALABE A DIOS LO HAGA CON MUCHA ENJUNDIA
NO TENEMOS QUE TENER MIEDO NI VERGUENZA DE ALABAR AL SEÑOR EN VOZ ALTA, PERO EL COMENZAR ES DIFICIL, DIFICIL IDENTIFICARSE CON EL SEÑOR, PERO TODO SE CONSIGUE CON LA FE, PORQUE EL SEÑOR ES EL UNICO MAESTRO QUE CONTROLA Y SABE TODO, NO HAY PODER SUPREMO MAYOR A NUESTRO SEÑOR.
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