Él mismo ha dicho: nunca te dejaré, ni te desampararé,   Hebreos 13:5

 

Por medio de Jesús conquistamos cada circunstancia de esta vida en forma asombrosa. El ha prometido nunca dejar de estar a nuestro lado , nunca rechazarnos  y nunca dejarnos solos o indefensos .

El Señor Dios Todopoderoso, Hacedor de los cielos y de la tierra, se inclina como lo hace un adulto excesivamente alto y se agacha para hablar afectuosamente con un niño, y nos acerca a Su lado. Su postura amorosa y protectora de “ni-se-les-ocurra-pensar-en-inmiscuirse-con-Mi- pequeñito” envía una señal inconfundible a través de todas las esferas del universo: “Yo soy el Campeón  de este pequeño.”

La mayor parte del tiempo, como veremos, la intervención de Dios a nuestro favor es principalmente para introducir en nuestras vidas lo bueno y lo abundante. Esa es la naturaleza de Su carácter amoroso. Él da vida, esperanza y significado. Él crea de la nada y llena nuestra copa hasta rebozar.

Como un padre feliz que lleva a su hijo de cuatro años a la playa a jugar durante el día (y lleva consigo los juguetes para la arena, la pelota, las toallas extras, el cambio de ropa, la sombrilla, la silla plegable en la que ni se sentará, el “frisbee”, tres bloqueadores de sol con distintos niveles de protección y una revista que sabe que ni tiempo va a tener para leer), Dios está felizmente concentrado en pasar con nosotros todo el día.

El niño no tiene idea de lo que su papá tuvo que hacer para apartar el día libre.
No es, desde luego, una comparación exacta de la forma en que el Señor actúa en nuestra vida, porque Él no tiene que esforzarse para hacer que el día funcione. Pero por un momento, sólo para darte una idea de lo que Él siente por ti, ten en cuenta esta imagen.

El papá comparte la playa con gusto; no tiene mucho interés en ninguna otra cosa que esté pasando en el agua o en la arena. Él sólo quiere disfrutar el día con su hijo.

Ahora, si un niño mayor, digamos de once o doce años, viene a molestar al hijo de cuatro años y comienza a sujetarlo, empujarlo y a estrangularlo, el papá estará ahí con una sola cosa en mente.

El hijo, a esa edad, podía o no estar completamente consciente de lo que le estaba pasando, y aun cuando él hubiera sabido que estaba siendo intimidado, no podría haber hecho nada al respecto. ¿No es ésa una de las principales burlas de un bravucón?: —¿“Y qué vas a hacer , eh?”

Sería magnífico si no hubiera malhechores en las playas de la vida, si el agua no tuviera aguas revueltas por las corrientes, si nunca le entrara a nadie arena en los ojos; pero los hay, y sí suceden esas cosas.

Cada vez que alguien o algo se mete con los hijos de Dios, Él toma un vivo interés. A lo largo de los días de nuestras vidas, una pregunta persistente surge en nuestros corazones. Queremos saber, para ponerlo en el idioma de un niño de cuatro años, si nuestro Dios es más grande que los demás. ¿Nos puede rescatar de los bravucones y de las mareas? ¿la respuesta? total y definitivamente, sí.

No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.  Juan 14:18

Hoy…Alabaré a Dios por estar a mi lado.

Señor, Gracias por tu amor tan infinito y tu bondad inmensa. Amén.

Dr. Daniel A. Brown.
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