“Los que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría, aunque lloren mientras llevan el saco de semilla, volverán cantando con alegría, con manojos de trigo entre los brazos”  Salmo 126:6

Hoy sembraré la preciosa semilla de la Palabra de Dios. No hay otra analogía más preciosa para referirse a la palabra de Dios como la que esta hecha con la semilla. La semilla es aparentemente insignificante, muy pequeña en comparación con el árbol que nace de ella.

La vida está encerrada y latente en el interior de una cápsula. Necesita una tierra fértil para poder crecer. El crecimiento es lento, de modo que pone a prueba la paciencia del agricultor. Por medio del fruto, la semilla se reproduce y se multiplica. Esa semilla nos revela hermosos secretos de la Palabra de Dios.

La primera lección que no debo olvidar hoy de la semilla de la palabra es la lección de la fe. A primera vista, parecería poco probable que la Palabra de Dios pudiera darle vida a mi alma, darle las gracias que menciona, transformar mi carácter y llenarme de fortaleza. Sin embargo, eso es lo que hace. Una vez que aprenda a creer que la Palabra puede desarrollar eficazmente las verdades que expresa, habré descubierto uno de los secretos primordiales del estudio de la Biblia.

Luego encuentro la lección del trabajo.  Se tiene que recolectar, guardar y derramar la semilla sobre la tierra preparada. De esa manera la mente tiene que cosechar las escrituras y entender las palabras que satisfagan mis necesidades, para pasarlas luego al corazón, como la única tierra en la que puede crecer esa semilla.

No podré dar vida ni crecimiento; pero ni siquiera tengo que hacerlo, porque ambas cosas se encuentran ya presentes. Lo que si puedo hacer es guardar la Palabra en mi corazón, esperado que nos lleguen los rayos del sol que vienen de lo alto.

La tercera lección es la lección de la paciencia, porque la semilla necesita tiempo para echar sus raíces y crecer y las palabras de Cristo necesitan permanecer en nosotros para que echen raíz y crezcan y por último está la lección de la fructificación. La verdad , la vida y el poder de Dios, cuyos pensamientos contiene la palabra de Dios, crecerán y madurarán en nuestro interior. Hoy por lo tanto no solo sembraré la semilla de la palabra en mi corazón sino además de esto, la sembraré en el corazón de otros.

Señor, Gracias por la semilla de tu palabra. Gracias por que a veces parece insignificante pero en sí es poderoso. Señor, Hoy quiero sembrar esa semilla en mi corazón. Quiero preparar mi corazón como tierra fértil para que ella produzca el fruto que quiere.

Hoy, también quiero sembrar la semilla en el corazón de los que estén cerca de mi, sabiendo que esa semilla al ser sembrada será regada por tu Espíritu y solo tu la harás crecer para vida eterna en ese corazón. Amén-

Dr. Serafín Contreras Galeano.
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