Otros. Otra gente. Aquellos en circunstancias menores a la de nosotros. “Menos afortunados”, los llamamos.

Escuché recientemente a alguien hablar sobre cómo el ser voluntario en la cocina de una iglesia local, le había ayudado mucho con su adicción, al distraer su mente de si mismo y enfocarse en otros.

Esta persona compartió que el ayudar a esa pobre gente, que no solo no tenían nada en sus tazas pero que ni siquiera tenían tazas, le recordó lo afortunado que el era. Que en su casa, el tenía tazas llenas de comida, y esto lo hizo sentir bendecido, afortunado y agradecido.

He escuchado a mucha gente hablar de esa manera, usándolo como razonamiento para sentirse mejor sobre sus propias circunstancias. Creo que en el pasado personalmente llegue a creer en este pobre razonamiento.

Si creemos que el orgullo yace en la raíz de nuestra naturaleza pecaminosa, de nuestra naturaleza humana, entonces en el centro de mi mundo me encuentro YO.

Entonces tiene sentido que yo trate de dejar atrás esa naturaleza al darme hacia otros y hacerlos prioridad sobre “MI”.

La Biblia es bastante clara, que los “ellos” por quien debemos preocuparnos son a los que la justicia se les ha arrebatado de sus vidas: el Huérfano, la viuda, el forastero o el viajero. Incluidos en esto, están los pobres y aquellos en prisión.

La iglesia del Nuevo Testamento, en Hechos, nos muestra que esta lista incluye a cualquiera que este en necesidad: física, emocional o espiritual. Y Jesús hizo una declaración aun más amplia, al decir que la Ley y los Profetas, en otras palabras, el Nuevo Testamento entero, esta resumido en “Amar a tu Señor tu Dios y amar a tu vecino…”

Por lo tanto, Sí; para contrarrestar tu naturaleza, tu egoísmo natural, nosotros, yo, debemos esforzarnos por hacer que nuestro propósito sea amar a Dios y a los demás. Ciertamente ser  voluntario en una cocina, caería bajo esta categoría.

Pero si por un segundo pensamos que la desgracia de otros deberían hacernos sentir mejor sobre nosotros mismos o sobre nuestra “fortuna” (lo digo entre comillas porque en este caso se trata realmente de nuestra fortuna material), entonces hemos drásticamente perdido el punto principal.

Realmente vamos a usar, No; a EXPLOTAR al pobre para el propósito de nuestra propia gratitud y luego etiquetarlo erradamente como servicio, entregarse, importar, auto abandono o aun peor como amor?

No deberíamos sentirnos agradecidos de que no somos tan pobres, heridos, perdidos y/o arruinados como ellos. No deberíamos agradecerle a Dios por nuestras tazas llenas y luego regresar a nuestra calida casa con un apetito satisfecho. Deberíamos afligirnos por la desigualdad que vemos y SI nosotros ESTAMOS agradecidos, es porque tenemos comida, ropa, dinero, posesiones, tiempo, compasión, a nosotros mismos y amor, para dar y regalar, en vez de quedárnoslo.

El pensar que nosotros, por un momento, nos sentimos mejor sobre nosotros mismos, a causa del estado de otra persona y luego continuamos a ser tan orgullosos como para llamarle a esto justicia.

Henry Ward Beecher, en un sermón en 1875, dijo lo siguiente sobre la forma de justicia de la humanidad:
“Con el desarrollo gradual del sentido de buena voluntad como la ley fundamental de la felicidad en una comunidad, siempre ha habido egoísmo y crueldad bajo la forma de justicia – pues de todas las cosas que son injustas en la tierra, nada es mas injusto que la justicia – en los hombres.”

Debemos dar porque tenemos y otros no. Y cuando no tenemos, otros deben dar. No porque queramos sentirnos bien, pero porque somos iguales en Cristo. Señor, no sabemos como amar. Por favor continúa mostrándonos.

“No se trata de que otros encuentren alivio mientras que ustedes sufren escasez; es más bien cuestión de igualdad.” 2 Corintios 8.13.

Robert Van Der Meer
www.laarboleda.net
“Una Comunidad Para Una Sexualidad Sana”