Un hombre llamado Bob May, deprimido y desanimado, miraba a través de la ventana de su apartamento hacia la fría noche de diciembre.

Su hija de 4 años, Bárbara, estaba sentada en sus piernas sollozando en silencio.  La esposa de Bob, Evelyn, estaba muriendo de cáncer; la pequeña Bárbara no podía comprender por qué su mamá no regresaría a casa jamás.  Bárbara miró a su papa a los ojos y preguntó: “¿Por qué no es Mamá como las mamás de todos los demás?”  La quijada de Bob se tensó y sus ojos se llenaron de lágrimas.  Su pregunta trajo olas de tristeza pero también de ira.  Había sido la historia de la vida de Bob; la vida siempre tenía que ser distinta para él.

De baja estatura cuando niño, Bob era abusado a menudo por otros niños.  Era demasiado pequeño en ese tiempo para competir en los deportes.  Le ponían a menudo sobrenombres que él quisiera no recordar.  Desde su niñez, Bob fue diferente y nunca pareció encajar.  Bob sí terminó la Universidad , se casó con su amada esposa y estaba agradecido por su empleo como redactor en Montgomery Ward durante la Gran Depresión.

Entonces fue bendecido con su niñita.  Pero aquella duró poco.  La batalla de Evelyn con el cáncer agotó sus ahorros y ahora Bob y su hija se veían forzados a vivir en un apartamento de dos habitaciones en un tugurio de Chicago.  Evelyn falleció tan solo días antes de la Navidad de 1938.

Bob luchó para darle esperanza a su hija, a quien no podía ni siquiera comprarle un regalo de Navidad.  Pero si no podía comprarle uno, estaba decidido a hacerle uno… ¡un libro de cuentos!  Bob había creado un personaje animal en su propia mente y le contó su historia a la pequeña Bárbara para darle consuelo y esperanza.

Una y otra vez, Bob contaba la historia, puliéndola más cada vez que la contaba.  ¿Quién era el personaje?  ¿De qué trataba la historia?

La historia que Bob May creó fue su propia autobiografía en forma de fábula.  El personaje que creó era un paria inadaptado igual que él.  ¿El nombre del personaje?  Un pequeño reno llamado Rudolph, con una gran nariz brillante.  Bob terminó su libro justo a tiempo para dárselo a su pequeñita el Día de Navidad.

Pero la historia no termina allí.

El gerente general de Montgomery Ward se enteró del libro de cuentos y le ofreció a Bob May una suma nominal por los derechos de impresión del libro.  Los Wards imprimieron “Rudolph, el Reno de la Nariz Roja ” y lo distribuyeron a los niños que visitaban a Santa Claus en sus tiendas.

Para 1946 los Wards habían impreso y distribuido más de seis millones de copias de Rudolph.  Ese mismo año, una editorial importante quiso comprar los derechos de Wards para imprimir una versión actualizada del libro.

En un gesto de bondad sin precedentes, el gerente general de Wards regresó todos los derechos a Bob May: el libro se convirtió en un éxito de ventas.  Muchos juguetes y arreglos de mercadeo siguieron y Bob May, ahora vuelto a casar con una familia creciente, se hizo rico por medio de la historia que creó para consolar a su doliente hija.

Pero la historia no termina allí tampoco.

El cuñado de Bob, Johnny Marks, adaptó una canción a la historia de Rudolph.  Aunque la canción fue rechazada por vocalistas tan famosos como Bing Crosby y Dinah Shore, fue grabada por el vaquero cantante, Gene Autry.  “Rudolph, el Reno de la Nariz Roja ” fue lanzado en 1949 y se convirtió en un éxito fenomenal, vendiendo más discos que ninguna otra canción de Navidad, con excepción de “Blanca Navidad”.

El regalo de amor que Bob May creó para su hija hace tanto tiempo seguía volviendo para bendecirlo una y otra vez.  Y Bob May aprendió la lección que, al igual que su querido amigo, Rudolph, el ser diferente no es del todo malo.  De hecho, ser diferente puede ser una bendición.

Autor Desconocido; enviado por Joy Hale, Texas
Fuente: www.motivateus.com

La historia de hoy nos llegó en realidad hace muchos meses y aunque en principio no nos interesa promover personajes navideños que nada tienen que ver con la verdadera Navidad, el origen del personaje mismo y sus circunstancias me conmovieron.  Tal vez la moraleja de esta historia sea el texto bíblico que dice: “Echa tu pan sobre las aguas; después de muchos días lo hallarás”.

Cuando estamos dispuestos a dar más allá de nuestras fuerzas y capacidades, aún en medio del dolor que podamos experimentar, Dios habrá no sólo de bendecir a quienes reciban lo que damos sino que nos bendecirá a nosotros aún más.  Esta no es una historia de prosperidad sino de gracia.  No, no es tiempo de exaltar ni al autor ni al personaje… sino de preguntarnos cuánto podemos dar de nosotros mismos aunque en el momento nos pueda doler… es increíble lo que Dios puede hacer con aquello.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán.