Mientras extiendes Tu mano para que se hagan curaciones, señales y prodigios mediante el nombre de Tu Santo siervo Jesús. — Hechos 4:30

 

En resumidas cuentas, al Señor le encanta que nos comuniquemos con Él. La comunión con Él es una calle de doble sentido, un diálogo; es compartir recíprocamente.  Así como Él abre Su corazón y Sus planes para nosotros, con toda certeza también anhela que nosotros “derramemos [nuestro] corazón” ante Él. Nos llama a un diálogo íntimo y personal.

Quiere escuchar todo lo que respecta a nuestras vidas, desde asuntos que nos causan incertidumbre como una próxima entrevista de trabajo, hasta enormes obstáculos como la leucemia de una hija única. La oración nos libra de preocupaciones y ansiedades.

Ningún asunto o necesidad es demasiado grande o demasiado pequeño para llevarlo ante el Señor.
Dios desea el intercambio libre y abierto que puede tener con nosotros mientras oramos, muy parecido a cuando los padres disfrutan la conversación que tienen con sus hijos que regresan a casa durante las vacaciones de primavera de su primer año en la universidad.  Pero debemos tener cuidado de no pensar que la oración debe realizarse en períodos de tiempo establecidos y requeridos, como si obtener una respuesta de Dios fuera como comprar un refresco en una máquina despachadora; se requieren varias monedas (minutos) antes de que puedas oprimir el botón seleccionado.

Algunas veces nos preocupa cuánto tiempo debemos orar, especialmente cuando leemos la pregunta de Jesús a Sus discípulos: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?” Cuando Jesús hizo esa pregunta, estaba enfrentando la agonía culminante de Su prueba crucial. Jesús en Su condición absolutamente humana, estaba clamando por compañía y compañerismo.

Fue una petición planteada en vista de Su necesidad personal, no una imposición dictada por Él para establecer el tiempo estándar mínimo de una oración verdadera. Él sabía lo que era tener un espíritu dispuesto, pero la carne débil, y esa es la razón por la que les pidió a Sus discípulos que oraran para que no se encontraran en situaciones en las que su carne fuera fuertemente tentada a ir contra la voluntad de Dios.

Tiene más significado lo que oramos que cuánto tiempo oramos. Porque él me escucha, se que hoy extenderá su mano en mi favor.

Gracias, Señor por darme de tu amor y comprensión. Esa seguridad me sostiene hoy. En el Nombre de Jesús. Amén.

Dr. Daniel A. Brown.
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