Se crece cuando uno acepta la realidad y posee suficiente aplomo y equilibrio para vivirla.

Se crece cuando uno mantiene un ideal, fortalece su voluntad y se apoya en su fe.

Se crece cuando uno asume su destino pero se empeña en trabajar para modificarlo si es necesario.

Se crece cuando uno admite su
pasado, construye el presente y
proyecta el futuro.

Se crece cuando uno se valora a sí
mismo sin dejar de valorar a los demás.

Se crece cuando uno recorre la vida
con la verdad, sin oscuros secretos
y sin hipocresías ni falsedades.

Se crece cuando uno permite que
su conciencia apruebe los dictados
de su corazón y su mente.

Se crece cuando uno se siente feliz
escuchando, ayudando o dando a los
demás, sin esperar recompensa alguna,
pero alegrándose al recibir algo por más
pequeño que sea.

Se crece cuando uno no actúa cínica
o cobardemente ni usa máscaras según
las personas y es coherente en todas
las circunstancias.

Se crece cuando uno experimenta que
al abrir un surco de respeto y al echar
en él semillas de bondad, se cosechan
frutos de amor.

Se crece cuando uno aprende a pronunciar
con sinceridad palabras como “gracias”, “me
equivoqué”, “te necesito”, “perdón”, “tienes
razón” y “te amo”.

Se crece cuando uno puede enfrentar
otoños e inviernos, aún perdiendo hojas
o temblando de frío.

Se crece cuando uno frente a una mirada
hostil o un gesto agresivo puede esbozar
una sonrisa como respuesta.

Se crece cuando uno se libera de la
pesada carga de rencores, de mentiras,
de infidelidades, de soberbia y de
egoísmos.

Se crece cuando uno se anima a volar
alto como un águila, a sostenerse como
un árbol o a iluminarse como una estrella.

Se crece cuando uno cree que es capaz
de transformar deseos e ilusiones en
realidades, sin permitir que se apague la
llama de la esperanza.

Se crece cuando uno comprueba que el
verdadero amor significa tolerar, ceder,
sufrir, llorar y…  aún renunciar.

Se crece cuando uno se da cuenta
que sólo se puede dejar de crecer el
último instante de su vida…
Permitámonos crecer,

agradeciendo a DIOS todo los que nos da…besos,
M. Teresa*

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