No necesito contaminar más el ambiente con los ruidos desagradables que salen de bocas contaminadas ni saturar la atmósfera con las meditaciones absurdas, entiendo que lo que agrada a los ojos de Dios es precisamente lo que deleita al corazón  contaminado que desea respirar un poco de oxigeno espiritual.        Serafín Contreras G.

Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; 
 Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.  Salmos 51:17.