“Hemos descubierto que este hombre es una plaga… Incluso trató de profanar el templo…”

Hechos 24.5-6

 

Creo que nunca he sido acusado de ser una plaga o un profanador de templos. Solo decirlo suena hasta ridículo. En el caso de Pablo, todas las acusaciones alrededor de este pasaje vienen como un cumplido, aunque no fueron intencionadas de esa manera.

Hay una manera de hacer las cosas, un sistema, al cual muchos en el mundo se adhieren. Sus principios son codicia, orgullo y egoísmo. La gente adora noche y dia en el templo del yo. Las puertas del templo siempre están abiertas y la admisión es garantizada. Vidas son afectadas por esta adoración, matrimonios son destruidos, niños son abandonados, sueños son puestos a un lado y la gente es pasada por alto.

Cuando escogemos reconocer a Dios como Dios y admitimos que no somos Dios, dejamos atrás la antigua manera de adorar, dejamos de pagar tributo al viejo templo de uno mismo y en cambio, comenzamos a vivir para Dios y para otros.

Al derribar los muros del viejo templo, algunos se incomodan, porque estamos exponiendo su sistema de auto adoración. Exponemos sus templo y lo profanamos. Fuimos una vez plaga amada, pero ahora nos hemos convertido en una plaga ante la idea de ser auto indulgente, a lo inmoderado. Si seguimos a Dios, encontraremos resistencia, pero esta resistencia solo solidificará en nuestras mentes la inutilidad de la auto indulgencia y de un mundo basado en el “yo”. Nos animará a continuar anteponiendo a Dios y a los demás de nosotros mismos.

Hoy, puedes ser una plaga que destruye el amor a tu alrededor o puedes ser una plaga que destruye el sistema del “yo.” Espero que escojas profanar el templo de la auto indulgencia al amar a Dios y vivir para amar a los demás. Espero que hoy puedas decir confiadamente, “Si, soy una plaga!”

 

Robert & Rebecca Vander Meer

La Arboleda