Hace treinta años mi esposa Doris y yo vivimos en una finquita en Mata de Plátano de El Carmen (Guadalupe, Costa Rica).
Parte de la finca, cerca de la casa, tiene facilidades para retiros de las iglesias. La otra parte, mucho más grande, es cafetal y plantación de bananos.
Esa parte me toca a mí, y cuando pongo mis botas para salir a cosechar el grano rojo o andar revisando los bananos, siento una felicidad muy grande. Además, los bananos me han enseñado unas valiosas lecciones espirituales, que quisiera compartir en esta conversación.
Lo primero que me impresiona del vástago de banano es que da toda su vida para producir un sólo racimo de fruto. ¡Toda una vida, para un solo racimo! Una mata de banano concentra su ser entero en una sola causa: producir su racimo.
Después de cosechar el fruto maduro (ojalá antes de que las ardillas lleguen a comérselo), no queda más que cortar el vástago y dejarlo para enriquecer el suelo.
¿No les parece eso una lección para nosotros? Tenemos una sola vida, sin oportunidad de repetir. Lo que vamos a hacer para el Señor, tenemos que hacerlo ahora, en esta vida mientras dure, porque después será demasiado tarde.
Por eso debemos enfocar toda nuestra vida hacia una meta bien definida: cumplir la voluntad de Dios y producir buen fruto para su reino.
Los bananos nos enseñan también otra lección: ellos siempre se reproducen. Cuando tengo que cortar el vástago que ya dio su fruta, me doy cuenta que su tronco está rodeado de “hijas”.
No muere sin dejar atrás una nueva generación. Son estas “hijas” que van a continuar la labor de su “mamá” y mantendrá a la finca surtida de sabrosos bananos. De igual manera, nosotros como cristianos estamos llamados a reproducirnos, a sembrar en otras personas la vida que Cristo nos ha dado.
El proyecto cristiano no es solitario sino comunitario; cada cristiano o cristiana debe ser como aquella mata rodeada de sus tiernas “hijas”. Cristo nos ha llamado para que llevemos mucho fruto. Y a la hora de salir de este mundo, dejaremos la obra del Señor en manos bien preparadas para llevar adelante la causa del evangelio.
Otra cosa linda del banano, es que da su fruto en todo tiempo. No tiene “temporada”, como, por ejemplo, el café o los nísperos. Para el banano, todo tiempo es tiempo de producción y servicio. ¿Tenemos nosotros como cristianos la misma constancia? Me parece que hay “cristianos de temporada”, que a veces son y a veces no son. ¡Que aprendamos del banano!
El banano posee también otra gran virtud: a diferencia del mango o la naranja, el banano es muy fácil de pelar, muy fácil de comer y muy fácil de digerir, pero a la vez es muy nutritivo.
Nos alimenta y ayuda mucho para la salud. Nuestro mensaje también debe ser accesible al receptor, “fácil de pelar”, pero su contenido debe ser substancioso (con contenidos bíblicos) y alimenticio para la vida espiritual.
He observado otra cosas con los bananos: el vástago más grande y grueso no siempre da el racimo más abundante ni los bananos más sabrosos. A veces he visto algún vástago flaco y pequeño doblado por el peso de un enorme racimo, como también uno que casi toca el cielo pero su racimo más bien da tristeza.
Lo que importa no es el tamaño del vástago sino la calidad del banano. El mundo moderno tiene una obsesión con el tamaño, una idolatría de lo grande y un culto al éxito visible. En Apocalipsis 2-3, todas las iglesias que llamaríamos “exitosas” (Éfeso, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Laodicea), para Cristo dejaban mucho que desear, y la más “exitosa” hasta le daba asco.
Y las dos iglesias que Cristo aprueba con gozo, nosotros llamaríamos fracasados (la pobre Esmirna, la Filadelfia con poco poder). Podríamos decir que nosotros miramos al vástago pero Dios mira al racimo de fruto.
Una observación final: he notado que muchos vástagos de banano “mueren desde arriba”. Me ha pasado muchas veces ver una planta, aparentemente en buen proceso de maduración, pero entonces cuando miro a sus hojas de más arriba, veo que están totalmente secas y muertas.
La muerte comenzó arriba. Este es un peligro también para cristianos hoy, especialmente líderes, cuando “la muerte comienza arriba”, en la vida pensante. San Pablo nos exhorta a superar esa “muerte cerebral” transformándonos diariamente “por medio de la renovación de nuestro entendimiento” (Rom 12:2).
En esa vida de continua renovación en el Espíritu, el estudio siempre fresco y creativo de la Palabra de Dios debe ser la fuerza renovadora de nuestra vida espiritual y nuestro ministerio.
Dr. Juan Stam.
juanstam@ice.co.cr
Gracias por compartir este mensaje tan hermoso, verdaderamente nosotros los cristianos estamos llamados a seguir la obra que dejó aquí nuestro Señor Jesucristo. Somos la sal de la tierra y Dios nos ha puesto para que demos esa sazón que el mundo necesita, que está hambrienta de conocer a nuestro Señor Jesús. Sigamos adelante en esta preciosa labor. Que Dios los bendiga.
DOY muchas gracias a DIOS por esta maravillosa comparacoin
que hoy ustedes hacen del banano en nuestra vida cristiana
porque esto nos permite cada dia andar mas y mas agarrados
de la mamano del señor y no desfallecer para seguir adelante
y progresar yamar a DIOS POR SOBRE TODAS LAS COSAS
QUE DIOS LES BENDIGA DESDE AHORA Y PARA SIEMPRE
Mi fruta favorita ha sido el banano. Por eso estoy gratamente sorprendido de la orginal analogía del Dr. Juan Stam. Cada vez que saboreo un delicioso banano, además de mi estómago y todos mis sentidos que lo disfrutan, mi corazón se inunda de gratitud hacia nuestro bondadoso Padre Celestial, porque siento la evidencia de que El no sólo nos dio la vida para vivirla de una manera común y corriente, gris, incolora o insípida; sino que nos la regaló para vivirla plena, en abundancia, con sus miles de millones de sabores y colores para que la apreciemos, valoremos y nos esforcemos por hacérsela así a nuestro prójimo. El “humilde” banano es otra prueba de otras millones que nos ofrece la naturaleza, de que tenemos un Padre con sabiduría y poder que nos da lo mejor de sus dones, porque nos ama.
Mi fruta favorita ha sido el banano. Por eso estoy gratamente sorprendido de la orginal analogía del Dr. Juan Stam. Cada vez que saboreo un delicioso banano, además de mi estómago y todos mis sentidos que lo disfrutan, mi corazón se inunda de gratitud hacia nuestro bondadoso Padre Celestial, porque siento la evidencia de que El no sólo nos dio la vida para vivirla de una manera común y corriente, gris, incolora o insípida; sino que nos la regaló para vivirla plena, en abundancia, con sus miles de millones de sabores y colores para que la apreciemos, valoremos y nos esforcemos por hacérsela así a nuestro prójimo. El “humilde” banano es otra prueba de otras millones que nos ofrece la naturaleza, de que tenemos un Padre con sabiduría y poder que nos da lo mejor de sus dones, porque nos ama.
esta mañana esta reflexion a hablado a mi vida de una manera muy especial queridos hermanos de renuevo plenitud no creo que sea el anterior comentario un duplicado simplemente muchos de nosotros Dios no habla de igual manera porque estamos pasando situaciones iguales solo quiero decirles que Dios siempre tiene un proposito para nuestras vidas mi vida continua en renovacion es Dios mi fuerza renovadora de mi vida espiritual y de mi ministerio que Dios les siga bendiciendo grandemente