BenignidadPero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22-23

La semana anterior estuvimos conversando un poco sobre la asertividad como un  ingrediente necesario para el establecimiento de relaciones sanas con los demás, relaciones basadas en el respeto visto en dos direcciones: respeto hacia los demás y respeto  hacia mi mismo.

Hoy deseo complementarlo  con  el fruto de la benignidad.

La benignidad es un fruto del Espíritu Santo.  Esta muy ligado con el fruto de la bondad porque ambos tienen que ver con la relación que establecemos con otros. La benignidad se manifiesta cuando logramos tratar a los demás con  cariño, empatía y con gusto.

La palabra Benignidad,  viene del latín benignus  que significa: bones: bueno y gignere: engendrar.  Así, una persona benigna es la que genera o engendra lo bueno. Por eso la misma Biblia dice que contra esto no hay ley.

Tiene que ver con el trato que le damos a los demás y es que a todos nos gusta que nos traten bien y nos sorprendemos cuando vemos a quienes tienen incorporado en su actuar el mal trato  a los demás. La benignidad como fruto tiene la característica que cuando empieza a germinar provoca admiración en  quienes nos rodean.

Sin embargo, la benignidad es un hábito que podemos aprender. En ocasiones, por nuestra historia de vida podemos llegar a dar a los demás un mal trato.

La pregunta importante a hacernos es ¿cómo me  gustaría que me tratara Dios? La benignidad de Dios le permite ser para con nosotros “lento para la ira y grande en misericordia”, su benignidad nos da tiempo, nos guía al arrepentimiento.

Usted no puede esperar un buen trato si  usted trata mal. Esto se llega a convertir entonces en un patrón de conducta.

La benignidad es una cualidad de carácter que hay que desarrollar. Crece en el ambiente de respeto, comunicación, y asertividad. Al expresarse en el buen trato a los demás permite que podamos sanar las relaciones, permite aliviar el dolor.

El buen trato abre puertas, genera nuevas oportunidades, permite  “hallar gracia a los ojos de los demás”. Hay personas que pueden ser “intratables” en su trato y que siempre desalientan a los demás. Curiosamente después se preguntan porque sus hijos no quisieron sobresalir en la vida.

El trato que   tenemos con los demás, suele convertirse en un estilo de conducta, en un forma o manera de proceder, algo peculiar o propio en nuestra personalidad.

Pero creo que fielmente la benignidad tiene  también una aplicación no solamente en el trato que damos. Puedo también aplicarla a mi mismo…. ¿cómo? Claro!!!! Usted puede ser benigno con usted mismo. Hay personas que confunden la benignidad con el servilismo. Dan todo para afuera pero nada para el sí mismo. Entonces son personas con un yo muy débil, fragmentado y vulnerable.
Son aquellas personas que se llenan con tan solo dar a los demás. Sin embargo hay un sentimiento encubierto… necesidad de recibir aprobación o de sentirse necesitados.

Claro que el servicio a los demás es agradable a los ojos de Dios. Sin embargo Dios también quiere que alimentemos nuestro espíritu y que le demos mantenimiento a nuestro Templo.
¿Cómo le damos mantenimiento a nuestro templo? La Biblia misma dice que somos templo del Espíritu Santo. Póngase a pensar  por un momento; si no nos cuidamos emocionalmente y si no nos damos a nosotros mismos un buen trato, es como que  usted tuviera una visita muy pero muy importante, alguien como de la realeza y que cuando le abra la puerta de su casa, ésta se vea llena de polvo, telarañas, basuras y mal olor.  Sí; tiene razón, daría vergüenza, se sentiría usted con ganas de salir huyendo….

Bueno pues es parecido. El buen trato que me permito darme a mi misma, la benignidad con la que me trate hará que en mi florezcan buenas actitudes hacia la vida, hacia mi familia. El problema de depositar todo hacia fuera es que cuando no se valoran los esfuerzos o los sacrificios que se hacen por los demás, las personas pueden llegar a sentir un gran dolor, que pronto se transformarán en resentimientos, en sentimientos de inadecuación.

Amor propio no es lo mismo que egoísmo. El egoísmo es al antivalor del amor. Amarme a mi mismo es  una buena inversión. Por ejemplo, si usted se hace acreedor de una herencia probablemente pensará en invertir una parte y otra parte  tenerla a disposición  para disfrutarla. Así es el amor;  tenga una buena dosis para invertir en su familia, amigos, trabajo; pero no olvide dejarse un poco para disfrutarlo para usted.

Benignidad y asertividad se relacionan en tanto ambas tienen que ver con formas de relacionarnos, con formas de responder. Pueden ser una excelente combinación en su vida. Si usted practica la benignidad siempre teniendo al lado una dosis de asertividad podrá entonces experimentar sentimientos de satisfacción en sus relaciones con los demás.

Que Dios bendiga su vida hoy y siempre.

¡Hasta entonces!

Licda. Tatiana Carrillo Gamboa.
Psicóloga y Psicopedagoga.