De repente, un día Pasó; miré por mi puerta trasera y el otoño ha llegado de manera oficial.
Las hojas, aquellas verdes que he disfrutado tanto todo el verano, han explotado de repente en una colección de amarillos, rojos, marrones y naranjas contra un hermoso trasfondo de verdes pinos. Es hermoso; fue tan repentino; no sé porqué lo digo.
Las hojas han estado susurrándolo por semanas ya. No es que sea una gran sorpresa, pero los humanos nunca estamos realmente preparados para el final de las cosas. Por alguna razón, en medio del saboreo de toda la belleza a mi alrededor, mi madre aparece en mi cabeza. Me hizo pensar sobre su envejecimiento y cuán sorprendida quedé cuando de repente, un día… simplemente pasó.
Mi mamá vivió hasta los 97½ años y todos sabemos que esa es una larga vida, pero en algún momento a lo largo del camino, pasó. Me levanté un día y sus ojos no se veían iguales. Noté que tenían esa mirada borrosa que viene con la edad. Ahora bien, eso no es malo, pero me pareció que había pasado de un día para el otro. Me fui a acostar y al despertar, mi madre estaba más vieja. Y como las hojas, cuyo propósito ha cambiado—no están allí más para proteger las ramas—exhibiendo una última expresión de gloria antes de regresar silenciosamente a la tierra—así de repente mi mamá asumió un nuevo rol en mi vida.
Por un tiempo casi estuve disgustada con ella; ella estaba supuesta a ser fuerte—capaz de cuidarme—ser mi protectora. No importaba que yo fuese una adulta madura; todavía era su pequeña. El cambio será rápido ahora con las hojas. Una vez que se inflaman de color, pareciera que en sólo momentos una por una caen calladamente al suelo. En un abrir y cerrar de ojos, su propósito cambia de proteger las ramas, albergar a las aves y posar para fotos de belleza natural, y yacerán sin quejarse en el suelo, regresando gradualmente a la tierra.
Las ramas desnudas las observarán desde lo alto mientras vuelven al polvo; su misión en la vida ha terminado. Y así fue con mi madre. De repente, nuestros roles se intercambiaron. Ella no fue más la fuerte, mi protectora. Estuve a su lado mientras su propósito en la vida cambió. Y como las ramas que pronto quedan desnudas y expuestas a los elementos, por un tiempo me sentí abandonada y desprotegida—sin saber con certeza quién era esta mujer que necesitaba de mi fortaleza y protección.
Pienso ahora sobre eso—cuán insegura me sentí en este nuevo rol de protectora—cuán expuesta a los elementos sin mi madre para fortalecerme. Fue como si hubiese sido lanzada a este nuevo lugar sin experiencia para cumplir con la tarea. Me pregunto si así se sintió ella la primera vez que me tuvo en sus brazos como nueva madre dándose cuenta de la gran responsabilidad de cuidar de otra vida. Ahora era mi turno.
El reto ha sido tan repentino —bueno, no en realidad— pero lo he sentid así —casi más de lo que mi mente podía soportar. Pero poco a poco los roles se intercambiaron y cuando llegó el tiempo, fui yo quien la sostuve en mis brazos cuando ella silenciosa y gloriosamente terminó su misión en esta vida y transicionó a la nueva. Fui yo su fortaleza y protectora al sostenerla en esos momentos finales de su vida—esta mujer que me había dado la vida y que me había sostenido y protegido en mis primeros momentos de vida.
El otoño había llegado oficialmente; era hermoso.
Ilene Madrigal, copyright 2005
Fuente: www.AsAManThinketh.net
La autora del pensamiento de hoy nos lleva a reflexionar sobre las distintas etapas de la vida y cómo nuestro papel y función cambia a lo largo de ese caminar por ella. Sí, todos pasamos de ser pequeñines extremadamente dependientes de nuestros padres, por la niñez, adolescencia, juventud, madurez, para llegar (por lo menos así lo esperamos todos) a la edad avanzada en la que volvemos a ser, querámoslo o no, muy dependientes de aquellos que nos rodean. Se trata de un ciclo inevitable, pero hermoso.
En el que nos toca ser el objeto de la siembra de otros al comienzo para luego sembrar nosotros en la vida de otros…para finalmente esperar cosechar algo de lo que sembramos a lo largo de nuestra vida cuando más apoyo necesitemos de los demás. Lo interesante de todo esto es que nuestro buen Dios sabe cuidar de nosotros…¡aunque a veces no sea a través de quienes suponemos deberían hacerlo!
Sepamos sembrar abundantemente hoy, que podemos hacerlo y confiemos que Dios sabrá cuidar de nosotros cuando ya no podamos seguir siendo tan fuertes y protectores como una vez lo fuimos. Adelante y que Dios les continúe bendiciendo.
Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán
Esa ultima frase, del escrito es impactante, referido a saber sembrar a traves de nuestra vida para que posteriormente recojamos la mejor de las cosechas, la cual viene en pro y beneficio de nuestra propia existencia. DIOS LOS BENDIGA SIEMPRE.
A DIOS gracias primeramente,por permitir ser parte de Renuevo De Plenitud,y tambien gracias a todos aquellos que nos envian hermosas reflexiones,son como vitaminas para el alma….. mi madre….ahora que ella no esta en la tierra de los vivientes ….como la hecho de menos…como busco su carino…..como la extrano…han pasado como 14 anos desde su ausencia….tengo su imagen intacta en mi memoria…sus recuerdos…..sus concejos que no supe obedecer a tiempo…..los que tienen a su madre cerca no la desobedezcan, dadle mucho amor como que hoy sera el ultimo dia que la vean,oren por ella a DIOS todos los dias para que en su infinito amor y misericordia DIOS le conceda muchos anos mas de vida. …doy gracias a DIOS que la eligio a MI MADRE para darnos a conocer el camino de la verdad y para permanecer en los caminos de JESUCRISTO NUESTRO SENOR.
Querida Mamita
Hoy se cumple un mes que estas al lado de Dios y se cumple también un mes que no puedo abrazarte físicamente.
Tú, querías aún estar entre nosotros y yo procuraba estar atenta a que tu salud estuviera controlada, pero no todo se puede controlar y menos tener. Nuestro Señor tenía otra misión para ti y era, que partieras y lo acompañaras para que hubiera quien me esperara cuando me toque irme a tu lado.
Cuanto siento tu ausencia, todavía estás presente y vives en mi, todavía no eres un recuerdo, creo que nunca lo serás.
Estas en mí, sonriente, pícara, traviesa, todo eso que te dio la vida con los años y que supiste atesorar para darnos lecciones de amor, abnegación, dulzura,….
Que orgullo ser tu hija, gocé tus últimos años otorgándote la prioridad que mereces, llevándote de la manito y lograste que mi hogar fuera el tuyo y sea feliz.
Cuanto te extraño mamita, siempre te extrañaré porque mi vida nunca será la misma al no tenerte a mi lado.
No me importa que digan que no te llore, que no sienta tristeza, creo que es parte de mi fe y de mi misma guardar este duelo por el tiempo que sea necesario, poco a poco el Señor me brindará el sosiego necesario.
Tú, que eres mi hijita se ha ido, pero a otro lugar mejor, donde no hay sufrimiento, donde se descansa en paz.
Vives en mi alma, en mis pensamientos, en mi hogar. Tu alegría cuando llegaba del trabajo, en la cocina, haciendo tus pupiletras, conversando y yo con mis pies en tu falda. Cuando regresaba cansada, íbamos a mi dormitorio y nos echábamos a descansar hasta que me durmiera. Hay veces, en la sala, en el lugar que tú sabes.
Nos íbamos a dormir temprano, el abrazo de las buenas noches y el hasta mañana Fernandito.
Los fines de semana, nuestros paseos a Pucu, a Azpitia, a ver a tus papitos, previo chicharrones en Mala.
Los domingos en la misa, tu fe y amor a nuestro Señor es infinita, por eso se que estas con El en el cielo y estas feliz.
Tu hija, Susana
10 Mayo 2011