Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro hacedor. Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano. Salmo 95:6-7

Gracias a Dios por los últimos vientos de adoración que han soplado sobre la iglesia para llevarla a una nueva dimensión en lo que a la adoración se refiere.  Sin embargo en medio de tan hermosa experiencia, tenemos una racional disposición a enfatizar nuestro derecho a adorar en “nuestra propia manera”.

Mientras me muevo en el agradecimiento  por la libertad de adorar que ahora he adquirido, puedo perder hechos esenciales acerca de la verdadera adoración.  El Salmo 95 me está llamando a la adoración y ese Salmo no me habla nada acerca de mis derechos, al contrario, enfatiza mis deberes en imperativos como: “Postremonos”  “Adoremos”.

Se que cuando la Biblia habla de postrarnos y arrodillarnos, está hablando más allá de una simple postura física, en realidad está enfocando el hecho de rendir nuestra voluntad y nuestros caminos a él.  Esa actitud reconoce la grandeza y majestuosidad de la autoridad de Dios.  En la adoración como en el diario vivir, quiero rendir toda mi vida al Señor de señores.

Hoy entiendo que una vez que escojo al Dios viviente como mi Dios, yo le rindo mis derechos de adorarlo a mi manera, para hacerlo a la manera de él.  En la verdadera Adoración yo no puedo escoger la forma que más me gusta y que más me hace sentir feliz, más necesito entender como él me está guiando y cómo él me está dirigiendo. delicados-adoracion11

La adoración verdadera que Dios busca de mi hoy, comienza en el corazón, va luego a la mente y a las emociones, toca mi cuerpo, pero regresa al corazón.  Si mi adoración hoy a él comienza en mi mente o en mis emociones o meramente satisface mi cuerpo con el ritmo y la cadencia de la música  entonces comenzó en el lugar equivocado y hoy quiero que mi adoración comience en mi corazón y finalice en mi corazón.

Lo que comienza en el corazón termina bien, pero lo que comienza en la carne siempre termina mal.  Por eso el Señor dijo: “Lo que es nacido de la carne, carne es… pero lo que es nacido del Espíritu, Espíritu es”.   En esa adoración hoy me quiero mover.

Señor, Gracias por darme la oportunidad de hoy llegar ante tu trono con un corazón dispuesto a la genuina y verdadera adoración.  Señor, entiendo que en esto de adorarte, no tengo el derecho de escoger mis propios gustos para hacerlo.  Tú me diriges, tú quieres mostrarme el camino real y verdadero en la verdadera adoración.  En esa adoración tu tocas mi corazón y esa adoración comienza en mi espíritu y en mi corazón.  Señor incrementa mi deseo de adorarte en espíritu y en verdad.   Amén.

Dr. Serafin Contreras Galeano.
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