La psicología pastoral, a nuestro juicio, tiene como objetivo ayudar al hombre a ser más humano y mejor cristiano. A las contribuciones que hace la antropología cristiana sumamos el aporte de lo psicológico. Lo veremos más adelante cuando nos ocupemos, respectivamente, de los tres lados del prisma trilateral.
En el diálogo entre lo teológico y lo psicológico tenemos un largo temario y un prolongado camino a recorrer.

En primer lugar, el pastor no es un intruso cuando incursiona en el campo psicológico. El cuidado de las almas y de las mentes es una función religiosa que tiene varios milenios, así es reconocido por destacados representantes de la psicología y de la psiquiatría.
En segundo lugar, el pastor que tiene un adecuado entrenamiento clínico-pastoral sabe que la acción pastoral tiene sus límites. Es importante señalar que más de la mitad de la población del continente, sobre todo en las grandes ciudades, necesita ayuda psicológico-pastoral. Es innegable el hecho que en América Latina, la Iglesia todavía tiene poder de convocatoria. También es innegable que son más las personas que acuden al sacerdote o al pastor en busca de orientación, que los que se acercan a un psicólogo, psicoanalista o psiquiatra.
En tercer lugar, el pastor adecuadamente entrenado en clínica pastoral, debe estar dispuesto a trabajar en equipo con el psicólogo, psicoanalista o psiquiatra, siempre que sea necesario. Lamentablemente algunos pastores asumen una actitud omnipotente y arbitraria que puede poner en peligro la salud mental de los creyentes necesitados de asistencia profesional. Siempre nos ha impresionado el dicho de Sócrates: “El hombre no debe ignorar su ignorancia”. Mientras más ignore su ignorancia un pastor, más obstinado y omnipotente se hará, y más daños ocasionará a personas inocentes que en él han confiado. Por eso, mientras más uno estudia sobre los grandes misterios de Dios y del ser humano más simpatiza con el decir de Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”. Quien haga suya esta verdad, es un verdadero sabio.
En cuarto lugar, la psicología pastoral ayuda a la psicología secular a distinguir entre la expresión religiosa patológica y aquélla que ayuda a la salud mental. Algunas obras de psicología pastoral pueden ayudar al psicoterapeuta secular a ubicarse ante la religión. Nadie tiene el derecho de asumir una actitud antirreligiosa en nombre de la ciencia. Un agente de salud mental debe estar libre de prejuicios; lamentablemente, no siempre es así. Debemos aclarar que no existe persona alguna que esté 100% sana. El psicoterapeuta, por su vocación, si es que la tiene, debe esforzarse por arrimarse a la meta de la plena salud.

No existe psicólogo, ni médico psiquiatra, ni pastor que no tenga su propia ideología, pero todos debemos respetar a los demás. Es muy peligroso el fundamentalismo de escuela al cual están sometidos algunos que deberían ser modelo de salud-salvación. Quien asuma ese encuadre, sea profesional secular o pastor, puede hacer mucho daño porque tiene como ideología al lecho de Procusto. Este personaje legendario de Atica, tendía a los caminantes en su lecho, ajustándolos exactamente a éste, para lo cual les estiraba los miembros o los mutilaba. Una manera moderna de mutilar a un ser humano es ajustarlo exactamente, a la ideología de algún Procusto de nuestro tiempo. Los hay tanto en las iglesias como en el mundo científico. Por eso, al referirnos a algunos psicoterapeutas, los hemos descrito como fundamentalistas de sus propias escuelas psicológicas.
En quinto lugar, una buena comprensión de la experiencia religiosa auténtica, compartida o no por el profesional de la salud mental, puede ayudar tanto en el diagnóstico como en el pronóstico cuando se atiende a pacientes de profunda convicción cristiana. Porque confían en Dios esperan que el profesional actúe como un instrumento divino.
Los conocimientos sobre la experiencia religiosa ayudan al profesional de la salud mental a establecer una clara distinción entre ritos neuróticos obsesivo-compulsivos y actitudes religiosas sanas, entre experiencias místicas sanas y delirios místicos. Entre una auténtica experiencia religiosa y un cuadro histérico.
Dr. Jorge León.
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