De manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre. Hebreos 13:6.

Puesto que Dios jamás nos desampara, bien podemos estar contentos de lo presente. Puesto que el Señor es nuestro, jamás podremos quedar desamparados, sin un amigo, sin un tesoro, sin un refugio. Con tal protección, no podremos ser tentados a adular servilmente a nuestros prójimos y pedirles permiso para vivir.

Lo que decimos podemos decirlo con resolución desafiando a todos los que nos contradicen. Quien a Dios teme a nadie puede temer. Tan grande debiera ser nuestro temor respetuoso al Señor que todas las amenazas de nuestros orgullosos perseguidores sean para nosotros como el silbido del viento. En nuestros días, no pueden los hombres perjudicarnos tanto como en tiempo del apóstol que escribió este versículo. 

El tormento y la hoguera han pasado de moda, y nadie puede hoy quemar a los herejes. Si los discípulos de falsos maestros nos escarnecen cruelmente y se mofan de nosotros, no hemos de maravillarnos, porque los mundanos jamás podrán amar la simiente espiritual. ¿Qué pues? Debemos soportar el escarnio del mundo; éste no quiebra hueso alguno. Con la ayuda de Dios, seamos valientes, y si el mundo se enfurece, dejémosle en su furor, pero no le temamos.

Hoy la seguridad de que el Señor está a mi lado hace que todo temor se desvanezca.

Señor, Que grato es tener tu compañía. Es fuerza, energía y Vida Eterna. Amén.

Charles Spurgeon.
Libro De Cheques del Banco De La Fe.