Acuérdate, pues, de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y se acerquen los años en que digas: No tengo en ellos placer . . . Acuérdate de Él antes que se rompa el hilo de plata, se quiebre el cuenco de oro, se rompa el cántaro junto a la fuente, y se haga pedazos la rueda junto al pozo; entonces volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio. Vanidad de vanidades, dice el Predicador, todo es vanidad. —ECLESIASTÉS12:1, 6-8

Él no es un Dios que quiera que Sus hijos paguen o prueben algo. Él quiere hacer por nosotros lo que nosotros no podemos hacer por nosotros mismos. Él es un Dios de gracia y cariño. Cada vez que leemos nuestra Biblia, siempre debemos interpretar Sus palabras a la luz de lo que sabemos que es cierto respecto al Señor. Esta declaración: “Estad siempre gozosos,” es un buen ejemplo de este tema.

Nuestro Padre celestial no nos está diciendo que le demos gracias por todo: la llanta ponchada, el trabajo perdido, la amistad que termina. Más bien, en medio de todo, Él nos está recordando que permitamos que nuestra atención se concentre en Aquél que está por encima y más allá de la destrucción que nos rodea.

Él no diseñó el mundo en las condiciones a las que ha llegado, con todas sus pérdidas, infructuosidad, futilidad y dolor. Él diseñó el Edén, con todo lo que era agradable y bueno.  Quiere que nuestra porción sea de todas las cosas buenas y la de una vida abundante.

Pero, puesto que vivimos en un planeta destruido y en ruinas, inevitablemente encontraremos situaciones en las que la ruina, lo inhóspito y la degradación van a derramarse en nuestra vida. Por lo tanto, ¿qué hay para celebrar en esos momentos? Celebramos al Señor y Su bondad. Él no nos abandona en nuestros tiempos de necesidad; no desprecia nuestra condición afligida.

Él puede redimir incluso las peores situaciones, haciéndonos fructíferos en nuestras aflicciones y convirtiéndolas al final en una  ganancia espiritual en nuestras vidas.

Dios no está interesado en hacer que nos ejercitemos o en que realicemos actividades sólo para probar que estamos dispuestos a hacer lo que Él quiere que hagamos. La adoración no es un campo para probar la devoción o un curso de adiestramiento de obstáculos para las fuerzas de élite” (“buenos cristianos”).

El Señor no dice: “No me importa lo difícil que se ponga la vida, solamente sigan alabándome, sólo para eso son buenos.” No. Él nos dice que Él es nuestro recurso y nuestra ayuda cuando la vida se pone difícil. Tiene una vasta provisión para cada necesidad y puede cambiar el curso de las cosas en nuestras vidas.

Si nosotros, mediante la adoración y la alabanza, nos mantenemos enfocados en quién es Dios y lo que ha hecho en nuestras vidas hasta ahora, se producirá una paz increíble y un profundo gozo en nuestros corazones. Cuando llegan tiempos difíciles, podemos agradecerle por estar con nosotros y apoyarnos. Sea como sea, todavía es cierta Su promesa de una intervención milagrosa.

“Gracias. Gracias, Señor. Amén.”

Dr. Daniel A Brown.
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