📖 Lucas 7:1-10

Este pasaje nos introduce a un centurión romano, un hombre de poder y autoridad, que sorprendentemente se convierte en un ejemplo de fe para toda la humanidad. Aunque no era judío, este centurión reconoció en Jesús algo que incluso muchos de su tiempo no lograron comprender: Su autoridad divina no tenía límites.

El contexto: un centurión y su siervo

El centurión, probablemente acostumbrado a liderar hombres y recibir obediencia inmediata, tiene un siervo a quien aprecia profundamente. Este siervo está gravemente enfermo, al borde de la muerte. En un gesto de humildad y fe, el centurión envía a ancianos judíos a pedir a Jesús que sane a su siervo.

Esta solicitud ya es inusual, porque los romanos no solían tener relaciones cordiales con los judíos. Sin embargo, los ancianos judíos interceden con entusiasmo por el centurión, destacando que ama al pueblo de Israel y que incluso ha construido una sinagoga para ellos. Este detalle revela el carácter excepcional del centurión: un hombre compasivo, generoso y respetuoso, a pesar de pertenecer a un imperio opresor.

Un acto de humildad y fe

Cuando Jesús se acerca a la casa del centurión, este envía un mensaje que deja perplejos a todos:
“Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Pero di la palabra, y mi siervo será sanado.”

Aquí, el centurión reconoce dos cosas cruciales:

  1. Su propia indignidad ante Jesús. Aunque era un hombre poderoso, se considera indigno de recibir a Jesús en su casa. Esta humildad es un contraste radical con su posición social.
  2. La autoridad de Jesús. El centurión compara el poder de Jesús con su propio rol de liderazgo, diciendo que, así como él da órdenes a sus soldados y estas se cumplen, Jesús solo necesita dar la orden para que su siervo sea sanado, incluso a la distancia.

Esta declaración revela una fe asombrosa. Sin haber crecido en la tradición judía ni haber visto milagros de primera mano, el centurión confía plenamente en el poder de Jesús.

La reacción de Jesús

Jesús, profundamente impresionado, declara:
“Ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe.”

Esta declaración es significativa porque Jesús elogia a un extranjero, un pagano, como un modelo de fe. El centurión entendió algo que muchos de los líderes religiosos de Israel no pudieron ver: que Jesús tiene autoridad divina sobre todo, incluso a la distancia.

Sin necesidad de entrar en la casa, Jesús sana al siervo. Cuando los amigos del centurión regresan, encuentran al siervo completamente sano. Este milagro demuestra que el poder de Jesús trasciende las barreras físicas, culturales y religiosas.

Lecciones para hoy

  1. La humildad es clave para la fe. El centurión, a pesar de su posición, reconoce su pequeñez ante Jesús. Este es un recordatorio de que la fe genuina comienza con un corazón humilde.
  2. La fe no necesita pruebas visibles. El centurión no pide señales ni la presencia física de Jesús. Cree en Su palabra y poder.
  3. Jesús no tiene límites. Su autoridad y compasión no están restringidas por la distancia, el tiempo ni las barreras culturales.

Reflexión para el día

¿Confías en el poder de Jesús incluso cuando no puedes verlo directamente obrar? Tal vez estás enfrentando una situación que parece fuera de tu control. Recuerda que Su palabra es suficiente y que Su poder trasciende cualquier limitación.

🕊️ Oración:

Señor, dame una fe como la del centurión, que confía en tu poder incluso cuando no puede verlo directamente. Ayúdame a reconocer mi necesidad de ti con humildad y a creer en tu autoridad para obrar en mi vida. Amén.