“Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavo en ellos, ¿no quedaré limpio también?”
Y muy enojado se fue de allí. Pero sus criados se le acercaron y le dijeron: “Padre mío, si el profeta te mandara hacer algo difícil, ¿no lo harías? ¿Cuánto más si sólo te ha dicho: ‘Lávate y serás limpio’?” (2 Reyes 5:12-13).
En 1962, la sonda espacial “Mariner” estaba programada para viajar a Venus y proveer información a los científicos de la NASA (Agencia Espacial Norteamericana). Nunca lo logró ya que se precipitó sobre el Océano Atlántico cuatro minutos después del despegue. Se hizo una investigación sobre la causa del accidente y se pudo conectar al programa de computadora que dirigía la nave. Resultó que en algún lugar del programa se había dejado por fuera un signo.
Para algunos, vivir lo básico de la fe Cristiana no es lo suficientemente emocionante; es demasiado insignificante, no es lo suficientemente desafiante. Sin embargo, la manera en que un seguidor de Jesús maneja las cosas pequeñas, tanto en actitud como en acción, determina en mucho cómo manejaremos las cosas más grandes.
Naamán aprendió una lección sobre esto en el pasaje de arriba. Era un guerrero poderoso de Aram pero tenía lepra. Tras obtener permiso para visitar a Eliseo, el profeta, había planeado en su mente exactamente qué pasaría: Eliseo le saldría al encuentro, movería su mano y pediría a Dios que lo sanase.
Pero en vez de esto, el profeta le envió un mensajero a Naamán que le dijo que se fuese a lavar en el Río Jordán siete veces. Naamán se disgustó con esta cura; quería algo con un poco más de dramatismo. Pero sus oficiales le llamaron la atención sobre su actitud y le animaron a obedecer la palabra de Eliseo. Cuando decidió bañarse en el Jordán, su pequeño acto de obediencia le curó de su lepra.
Así que, tomémonos el tiempo para conocer a Dios a través de la oración consistente. Leamos sobre los personajes de la Biblia, sus triunfos y sus fracasos. Saquémosle provecho máximo a las oportunidades que el Señor nos presenta, sin importar cuán insignificantes puedan parecer… porque después de todo, lo pequeño cuenta.
Fuente: Leadership Weekly, 14 mayo 2013
La reflexión de hoy es realmente atinada, especialmente para quienes nos aferramos al Señor y queremos vivir vidas con significado e impacto y que le honren. Muchas veces pensamos que los grandes logros—aquellos que bendicen a muchos—demandan grandes acciones de nuestra parte pero la verdad es que no siempre es así.
En muchas ocasiones, es sólo Dios quien se mueve y actúa y tan solo requiere de nosotros obediencia en cosas pequeñas.
Creo que es tiempo que estemos más atentos a las cosas pequeñas de nuestra vida que, probablemente estén determinando el futuro de nuestra vida.
Con la ayuda del Señor, no podemos fallar… adelante y que el Señor les continúe bendiciendo.
Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán